- El golpe a Excelsior en 1976 para deponer a su director Julio Scherer García, el asesinato de Manuel Buendía en 1984 y la lista de periodistas muertos a manos de caciques, funcionarios el crimen organizado desde el 2000 siguen sin sacudir la conciencia de la sociedad y no alcanzan todavía el rango de preocupación prioritaria. No se aprecia ninguna institución solida con alguna iniciativa para frenar por la vía legal la violencia contra periodistas, disidentes y críticos.
- Dicen los expertos que la cultura de la muerte define el carácter del mexicano y que lo demuestra cada día 2 de noviembre. Por eso llama la atención el hecho de que existan ya, en cifras reales, más de 600,000 mexicanos muertos por la pandemia y decenas de miles de homicidios dolosos a manos del crimen organizado o en conflictos derivados de acciones públicas. Y si se agregan las decenas de miles de mexicanos desaparecidos por diversas razones, entonces estamos en medio de una sociedad de muerte.
- La violencia criminal en Colima, Tamaulipas y Chihuahua es producto de arresto de cabecillas de los cárteles. La presión estadounidense fue atendida en México, pero a costa de darle otra vez escobazos al panal de las bandas delictivas. En este sentido, la violencia callejera en esas entidades habría que endosársela al gobierno de Estados Unidos que quiere atrapar capos en México, pero sin iniciar ninguna ofensiva contra los cárteles mexicanos en Estados Unidos que controlan el tráfico de drogas, la venta en las calles y el lavado de dinero.