El sindicato United Auto Workers (UAW) ha dado inicio a una serie de huelgas en tres de las principales fábricas de automóviles en Estados Unidos, propiedad de General Motors (GM), Ford y Stellantis, la matriz de Chrysler.
Esta acción laboral, que afectará la producción de vehículos populares como el Ford Bronco, el Jeep Wrangler y el Chevrolet Colorado, representa una de las mayores acciones laborales en décadas en el país.
Shawn Fain, presidente de UAW, explicó que se pospondrán por ahora huelgas más amplias en toda la industria, pero que todas las opciones están sobre la mesa si no se llega a un acuerdo en las negociaciones contractuales.
Estas huelgas, que involucran a 12,700 trabajadores en total, se llevan a cabo en plantas de ensamblaje en Wayne, Michigan (Ford), Wentzville, Missouri (GM) y Toledo, Ohio (Stellantis). Estas plantas son vitales para la producción de algunos de los vehículos más rentables de las tres principales compañías automotrices de Detroit.
La decisión de Fain de llevar a cabo huelgas selectivas podría limitar los costos para el sindicato en términos de compensación por huelga. Sin embargo, las empresas automotrices han acumulado miles de millones de dólares en efectivo gracias a las sólidas ganancias de los vehículos que construyen los miembros del UAW.
Stellantis, por ejemplo, tiene más de 90 días de inventario de Jeeps y ha estado produciendo vehículos utilitarios deportivos y camionetas en horas extras.
La lucha se centra en las demandas del sindicato de una mayor participación en las ganancias generadas por los vehículos de combustión interna y una mayor seguridad laboral a medida que la industria automotriz se desplaza hacia los vehículos eléctricos.
El UAW ha propuesto un aumento salarial del 40%, mientras que las empresas han ofrecido hasta un 20%, aunque sin los beneficios clave exigidos por el sindicato. La eliminación de los sistemas salariales escalonados, que requieren que los nuevos empleados trabajen durante ocho años para ganar lo mismo que los trabajadores veteranos, es una demanda central del UAW.
Las consecuencias de estas huelgas se extienden más allá de las empresas automotrices, ya que podrían afectar a proveedores y otras industrias que dependen de la producción automotriz. Además, la situación se ha convertido en una cuestión política, con el presidente Joe Biden pidiendo un acuerdo.
En medio de la transición hacia los vehículos eléctricos, existe preocupación por el impacto en los empleos relacionados con los motores de combustión interna, que son una parte importante de la mano de obra sindicalizada. Hasta ahora, el sindicato no ha respaldado la reelección de Biden.
La huelga representa un desafío para la administración Biden, que ha estado promoviendo vehículos eléctricos y ha invertido miles de millones en subsidios federales para expandir las ventas de estos vehículos.
Mientras las negociaciones continúan, las empresas automotrices se enfrentan a importantes pérdidas financieras y la posibilidad de una huelga prolongada podría tener un impacto significativo en sus ganancias y en la economía en general.
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