Librero Independiente
- Nueva edición del clásico de terror recupera la presentación original
Una de las pesadillas más traumáticas que alimentan los mitos universales es sin duda la del vampiro, que se escabulle por las noches para chupar la sangre de bellas mujeres. Y la imagen del conde Drácula aletea en el imaginario colectivo como un recurrente aviso de que la luna puede ser lo último que se grabe en las pupilas, antes de sentir los colmillos afilados de Nosferatu.
Bram Stoker (1847-1912), escribió Drácula en 1897 y, aunque no se convirtió de la noche a la mañana en un éxito, creó una de las obras más influyentes del terror literario. El clásico victoriano no pierde, con el paso de los años, ninguno de los atributos del género; consigue una tensión y angustia que se acompaña con eso que tan chocante en literatura que se llama verosimilitud. Es tan poderoso el lenguaje, las imágenes que despierta en la imaginación, que es imposible no sentir un nudo en la garganta.
Se han decantado tantas obras y películas sobre la historia que construyó el escritor irlandés, que se ha distorsionado la imagen del vampiro de Transilvania: de Nosferatu (1922), dirigida por F.W. Murnau e interpretada por un inquietante Max Schreck, pasando por Drácula (1931), de Tod Browning con la actuación de Bela Lugosi, hasta Entrevista con el vampiro (1994), de Neil Jordan, con Tom Cruise y Brad Pit en el reparto; sin olvidar por supuesto la saga de vampiros descafeinados de Crepúsculo, de la autora estadounidense Stephenie Meyer.
El libro de Bram Stoker está construido a partir de un intercambio epistolar y de los diarios escritos por los protagonistas. Desde que el abogado, al principio del libro, Jonathan Harker llega al castillo del conde Drácula, para hacer los arreglos para que el personaje compre una casa en Londres, se da cuenta que el siniestro caballero tiene un secreto que se va descubriendo poco a poco. Es cuando Harker espía a Drácula y lo ve bajando por las paredes del castillo, “como una lagartija” que sus pesadillas han empezado.
El conde se traslada a Londres, donde busca sangre fresca que ayude a perpetuar su inmortalidad y a su especie. La primera y emblemática víctima, Lucy, una bella mujer, próxima a casarse, tiene capítulos de sonambulismo inexplicable, con sueños horribles. Lo que parecía una enfermedad extraña, pérdida de sangre y debilidad, se convierte en un caso macabro que reúne a personajes como el doctor Seward, amigo de Arthur Holmwood, prometido de Lucy, y al célebre Abraham Van Helsing, quien se convertirá casi a la par del vampiro en lugar común de películas y series.
Cuando al final Lucy muere, entre eventos sobrenaturales, Van Helsing se convence de que apenas es el comienzo de una era de terror. La bella Lucy se convierte además en la primera mujer vampira, que sacia su sed de sangre con niños. Luego de mucho investigar y documentar, Van Helsing enfrenta la experiencia de acabar con ella antes de que ataque a más infantes. Aparece el ritual de la estaca en el corazón, además de cortarle la cabeza. Sin embargo, para acabar con el mal, hay que encontrar la fuente primaria: cazar a Drácula. La obsesión lleva al grupo a vivir horrores, aunque finalmente logran su objetivo. Pero ¿a qué costo?
El análisis común de la narrativa del libro se centra en el papel de los hombres que intentan acabar con el colmilludo monstruo; pero hay un personaje que es importante destacar. Mina Murray, esposa del abogado, cumple un papel nodal en la historia. Inteligente, investigadora sagaz, con vena periodística, ha pasado desapercibida. Es a todas luces el eje central, que une las piezas y da coherencia a la narrativa. Para la época, que una mujer sobresaliera por méritos propios era controvertido. Para aminorar su calidad de mujer brillante, en una descripción Van Helsing la llena de elogios para rematar: “tiene cerebro de hombre, de un hombre muy dotado, y corazón de mujer”.
A lo largo de la obra, Drácula moldea el prototipo de la víctima perfecta: mujeres bellas, sensuales, recatadas, inocentes. Algunos análisis agudos revelan la carga sexual que veladamente se esconde en el clásico romántico. Buscar nuevos enfoques más allá del lugar común es un buen pretexto para acercarse a la versión que recién publicó RBA, en su colección Maestros del Fantástico. Resalta el cuidado de la edición, en pasta dura y un diseño de la época, con ilustraciones. Además, se puede comprar en puestos de periódico, como en las calles del Londres de la era victoriana.
@oscardavalos