Para conocedores
Por Eduardo Brizio Carter
Luego de dos largos años, durante los cuales la humanidad entera se vio afectada por el Covid 19, después de todas las vidas que se llevó el maldito virus y de las secuelas económicas que produjo, era de esperarse que los pobladores del planeta azul hubiéramos entendido la lección y aprendiéramos a ser más tolerantes y a convivir en paz, al comprender lo efímera que puede ser la existencia.
Pero no, hace unos días amanecimos con la triste noticia de que, como lo cantó el filósofo de la canción vernácula don José Alfredo Jiménez: “Nada nos han enseñado los años, siempre caemos en los mismos errores” y los rusos tuvieron la “feliz ocurrencia” de invadir militarmente a Ucrania.
El mundo entero ha manifestado su inconformidad y las represalias en contra de la ex Unión Soviética no se han hecho esperar, estableciendo “bloqueos” y boicots tratando de aislarlos. Infelizmente, entre todos los efectos colaterales y devastadores, el deporte universal ha terminado “pagando los platos rotos”.
Así, la FIFA órgano rector del balompié en el orbe entero y la UEFA mandamás de nuestro querido deporte en el viejo continente, determinaron dejar fuera de toda competencia a los equipos de futbol de la nación “agresora”; de modo que, la Selección Rusa de Futbol verá el Mundial Qatar 2022 por la televisión (eso, si no les restringen la señal) y la final de la Champions, que se iba a disputar en San Petersburgo, fue cancelada para otorgarle la sede a Paris.
La Fórmula uno decidió no celebrar el Gran Premio de Rusia, a correrse en septiembre. La Federación Internacional de Tenis de igual manera impedirá que participen en las competiciones por equipos. El Campeonato Mundial masculino de Vóley Ball que se iba a jugar por aquellos lares, igual ha sido boicoteado.
El Comité Olímpico internacional dio luz verde para excluir a dirigentes y atletas rusos de sus eventos. El atletismo, el basquetbol, el hockey y el patinaje sobre hielo, el esquí, “no cantan mal las rancheras”.
Las marcas patrocinadoras como Adidas, se han bajado del barco y muchos equipos han retirado de sus playeras de juego los nombres y emblemas de empresas rusas que los financiaban.
Muchos alegan ¿Qué culpa tienen los deportistas?, pues la misma que el pueblo ucraniano ¡Ninguna!; pero, la guerra: “Es un monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente” (Olé, Mercedes Sosa).
No deja de llamar poderosamente mi atención, que “nos rasgamos las vestiduras” al ver las escalofriantes escenas que llegan desde el otro lado del mundo, al ver la: devastación, muerte, migración forzada y sufrimiento de nuestros hermanos, producido por el bélico conflicto, que nos llega a conmover hasta las lágrimas.
Sin embargo, hemos “normalizado” lo que sucede en los límites geográficos comprendidos entre los ríos: Bravo y Suchiate, en donde las ejecuciones a plena luz del día se han vuelto cotidianas, permitiendo que campeé la violencia a lo largo y ancho del territorio nacional. Para muestra: Colima, Michoacán, Zacatecas y Guanajuato.
Pobres de los niños “ucranianos”: sin quimioterapias, sin guarderías, sin vacunas, sin escuelas de tiempo completo.
Lo que en verdad escapa a mi entendimiento, es que no se les haya ocurrido la “mágica solución” de “acusar a Putin con su abuelita” y ya está. O, durante las negociaciones, proponer una tregua de “besos, abrazos, no balazos” para solventar las diferencias.
Lo malo es que Vladimir ya ha amenazado con utilizar el armamento nuclear que posee, lo que desataría una hecatombe. Ojalá y el destino haga que este orate … entre en razón.