El pasado 29 de marzo, la Comisión Ambiental de la Megalópolis (Came) decretó la activación de la contingencia ambiental atmosférica por ozono en la Zona Metropolitana del Valle de México, algo a lo que los capitalinos están medianamente habituados, sin embargo, la contaminación del aire no es un tema exclusivo de México.
De acuerdo a estudios de la Organización de la Salud, casi toda la población mundial (el 99%) respira un aire que supera los límites de calidad del aire establecidos por la OMS y que pone en peligro nuestra salud, según los resultados de la actualización 2022 de su base de datos sobre la calidad del aire.
De acuerdo con la nueva información, presentada en vísperas del Día Mundial de la Salud, este 7 de abril, un número récord de más de 6 mil ciudades de 117 países vigilan ya la calidad del aire, 2 mil más que en la última actualización de 2018, lo que un aumento de casi seis veces desde que la base de datos se puso en marcha en 2011
Sin embargo, los habitantes de esas ciudades siguen respirando niveles insalubres de partículas finas y de dióxido de nitrógeno. Los más expuestos son los habitantes de los países de ingresos bajos y medios.
Estos resultados han llevado a la Organización Mundial de la Salud a subrayar la importancia de frenar el uso de combustibles fósiles y tomar otras medidas tangibles para reducir los niveles de contaminación atmosférica.
La actualización de 2022 introduce por primera vez mediciones en tierra de las concentraciones medias anuales de dióxido de nitrógeno (NO2), un contaminante urbano común y precursor de las partículas y el ozono. También incluye mediciones de partículas con diámetros iguales o inferiores a 10 μm (PM10) o 2.5 μm (PM2.5). Ambos grupos de contaminantes se originan principalmente en las actividades humanas relacionadas con la combustión de combustibles fósiles.
Del aire a nuestros pulmones, de ahí a nuestra sangre
Mientras tanto, la base de datos sobre el daño que la contaminación atmosférica provoca en el cuerpo humano ha crecido rápidamente y apunta a un daño significativo causado incluso por niveles bajos de muchos contaminantes atmosféricos.
Las partículas, especialmente las PM2.5, son capaces de penetrar profundamente en los pulmones y entrar en el torrente sanguíneo, causando impactos cardiovasculares, cerebrovasculares (ictus) y respiratorios. Cada vez hay más pruebas de que las partículas afectan a otros órganos y causan también otras enfermedades.
El dióxido de nitrógeno (NO2) se asocia a enfermedades respiratorias, sobre todo al asma, lo que provoca síntomas respiratorios (como tos, sibilancias o dificultad para respirar), ingresos hospitalarios y visitas a los servicios de urgencias.
La Organización Mundial de la Salud revisó el año pasado sus Directrices sobre la calidad del aire,

haciéndolas más estrictas en un esfuerzo por ayudar a los países a evaluar mejor la salubridad de su propio aire.
“Los problemas energéticos actuales ponen de manifiesto la importancia de acelerar la transición a sistemas energéticos más limpios y saludables”, dijo el director General de la Organización al darse a conocer los resultados de la actualización de la citada base de datos.
“Los elevados precios de los combustibles fósiles, la seguridad energética y la urgencia de hacer frente al doble reto sanitario que suponen la contaminación atmosférica y el cambio climático, ponen de manifiesto la urgente necesidad de avanzar más rápidamente hacia un mundo mucho menos dependiente de los combustibles fósiles”, aseguró el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus.
Según los datos, en los países con mayores ingresos, la contaminación por partículas es menor. Sin embargo, la mayoría de las ciudades tienen problemas con el dióxido de nitrógeno.
El aire del 17% de las ciudades de los países de renta alta está por debajo de las Directrices de Calidad del Aire para las partículas PM2.5 o las PM10. En los países de ingresos bajos y medios, la calidad del aire en menos del 1% de las ciudades cumple los umbrales recomendados.
A nivel mundial, los países de ingresos bajos y medios siguen experimentando una mayor exposición a niveles insalubres de partículas en comparación con la media mundial, pero los patrones de NO2 son diferentes, mostrando menos diferencias entre los países de ingresos altos y bajos y medios.