Por Gabriel Lerner
Un tipo enmascarado sube al Metro de Nueva York. Después de tres estaciones arroja dos granadas de humo y dispara 35 tiros de una pistola Glock 17, contra los pasajeros. Hasta que se le traba el arma, después de herir a 13.
Huye cuando todos huyen.
La semana anterior, dos personas murieron y 10 resultaron heridas en un tiroteo en un club nocturno en Cedar Rapids, Iowa. En Indianápolis, Indiana, seis personas fueron heridas, una fatalmente, en una fiesta de cumpleaños. Cuatro muertos, en Washington DC después de un partido de béisbol.
Los tiroteos masivos, perpetrados por el solo gusto de matar, han sido ligados a los supremacistas blancos. Sin embargo, a menudo los asesinos son afroamericanos. O latinos, o asiáticos. Estos tiroteos representan el momento de espasmo social por el que atraviesa el país, en donde la caída de la solidaridad nacional se apoya en la facilidad de adquirir armas de fuego.
Las víctimas son gente como uno. Fueron de compras y murieron asesinados, una muerte horrenda, ahogados en su sangre.
En materia de asesinatos, no somos los peores. Brasil registra más muertos en números absolutos. Y en relación a la población, El Salvador, Venezuela, Guatemala.
Pero es distinto.
Allí y en otros países, son actos criminales cometidos como herramienta en una liquidación de cuentas, vendetta, operación de narcos. De pandillas. Tienen lógica, lógica asesina, pero lógica al fin.
Aquí nos especializamos, por así decirlo, en otro tipo de violencia, la que representa el súmmum de la falta de sentido: la de matar por matar.
Un fulano abre fuego a mansalva contra el público, sin un porqué. Han sido 136 en lo que va de 2022.
Son una pequeña parte del total. Todos los días hay múltiples tiroteos con muertos en alguna parte. Más de 100,000 cada año, con 12, 419 muertos hasta el 16 de abril.
¿Pero por qué suceden las balaceras?
Ah, decimos, porque los asesinos han visto que otros se han convertido de manera instantánea en celebridades y ellos también quieren serlo.
Porque son compadritos que se imaginan parte de los buenos en una película cualquiera, que así rectifican cualquier desagravio sufrido en sus miserables vidas.
Porque compraron armas como si fueran una docena de huevos y corrieron a hacer uso de ellas matando gente.
Porque el asesino sirvió en la guerra de Irak, o fue violentamente abusado por su padre en su infancia, o acosado en la escuela, o quizás lamentaba un divorcio, o bien no podía encontrar trabajo. También porque son enfermos mentales. Y aunque los estudios dicen que los casos de salud mental totalizan entre 5% y 10%, para los políticos republicanos, esos números no cuentan. Su lógica es contundente: hay que estar loco para matar a alguien sin motivo. Ergo: es la salud mental y con mejorarla, adiós problema.
Es una lógica que ha causado demasiadas muertes.
Porque es falso. La enfermedad mental se distribuye uniformemente en la población. Pocas mujeres se convierten en tiradores en masa.
Son casi siempre hombres.
Las matanzas son estertores desde las márgenes sociales, que reflejan un problema general aún más agudo.
Son terrorismo doméstico, pero el nacionalismo blanco en ascenso no es el principal motivo que los, digamos, dispara.
Es la manera original que tenemos para dirimir diferendos. A tiros.
Vemos a estos imitadores de Rambo por todas partes.
Y están armados.
Porque aquí es más fácil comprar armas. Por eso somos el país más armado del mundo. Saludos, Afganistán, Irak, Israel.
Somos presa entonces de una ideología comercializada y absorbida por mentes con valores infantiles, para quienes la proliferación de armas es algo bueno.
Creen –o solo repiten— que la respuesta a la violencia de las armas es más armas.
Por eso después de cada balacera, suben exponencialmente las ventas de armas de fuego, para solaz de la industria.
En teoría, para comprar armas se debe llenar un formulario que incluye preguntas tales como si fue condenado por un delito grave o violencia doméstica, si consume drogas, si es prófugo de la justicia o si estuvo internado en una institución mental.
Los datos se presentan en tiendas desde Walmart a las familiares –en 2020, había 52,799 comerciantes federales de armas de fuego— desde donde se envían a la ATF, (Oficina Federal de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos) que responde en minutos.
En 2010-2020 hubo más de 100 millones de compras con formulario y solo 700,000 (menos del 1%) fueron rechazadas.
Pero el 22% de las armas las adquieren en ferias de armas que tienen lugar en todo el país y donde un rifle AR-15 está en especial por $649.99. O a amigos o vecinos. Ahí ni siquiera hay registro.
Así, es imposible no hacer una correspondencia entre la facilidad para comprar armas legalmente y el alto uso de las mismas para saldar cuentas. Quien así lo niega se miente a sí mismo.
Pero hacerlo es tabú en muchas partes del país, en donde la tenencia de armas no es solo un derecho garantizado en la Constitución, sino el más importante.
Es un nudo gordiano que sigue sangrando. Y hasta que no cerremos el principal acceso a las armas, seguirá sangrando y los
tiroteos masivos seguirán siendo algo rutinario.
Algunas fuentes de información:
https://www.acpjournals.org/doi/10.7326/M16-1590
https://giffords.org/lawcenter/gun-laws/second-amendment/the-supreme-court-the-second-amendment/
https://www.washingtonpost.com/nation/2019/08/05/more-deadlier-mass-shooting-trends-america/
https://www.cnn.com/2022/04/13/opinions/brooklyn-subway-lirr-shooting-mccarthy-griffith/index.html
https://worldpopulationreview.com/country-rankings/gun-deaths-by-country
https://www.gunviolencearchive.org/
https://www.fbi.gov/services/cjis/nics
https://www.cnn.com/2013/04/10/politics/background-checks-explainer/
https://www.huffpost.com/entry/limitar-armas-de-fuego_n_2911503
https://money.cnn.com/2015/06/19/news/guns-background-checks/index.html