En la Casa Blanca
“Usted no nos ha tratado como colonia” dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador a Trump en ocasión de su primera y única visita a la Casa Blanca, y en Ohio, un Trump en campaña, le quitó la venda de los ojos a su estilo, “nunca he visto a nadie doblarse así” en referencia al despliegue de la Guardia Nacional en las fronteras “¡Señor! Sería un honor tener 28 mil soldados en la frontera… Sería un honor tener ´Quédate en el maldito Mexico´”. Así de plano, con las palabras que le gusta escuchar al presidente mexicano ¡Sería un honor!!! A ese nivel colocaron a México los políticos con 90% de honestidad y 10% de capacidad.
En aquella primera y única visita que realizó el presidente López Obrador, dijo convencido en los jardines de la
Casa Blanca el 8 de julio 2020: “Usted no nos ha tratado como colonia, al contrario, ha honrado nuestra condición de nación independiente. Por eso estoy aquí. Para expresar al pueblo de EEUU que su presidente se ha comportado hacia nosotros con gentileza y respeto”, ¿de verdad se lo cree el presidente?
Sobre el pueblo bueno (el de México) Trump dijo: “son gente trabajadora, son gente increíble, son un gran porcentaje de los propietarios de los negocios. Tienen mucho éxito”, pura miel escurría en ese entonces de los micrófonos en la Casa Blanca.
Pero hoy, los tiempos de campaña vuelven a marcar los niveles del cariño que probablemente descenderán al ras del suelo. Quizá el presidente López Obrador ya se esté preparando con piel de acero para aguantar lo que viene, pues el bocaza de su “compadre” lo hará tragar enormes sapos de tamaño jurásico.
El “buen socialista”, el “buen salvaje”
“Es uno de los socialistas que me gustan” dijo con Trump con esa lengua gandalla que lo caracteriza. “El (AMLO) es un tipo muy agradable. Me cae muy bien. Es socialista, pero me gusta…Y ahora (los adversarios, los hipócritas, los enemigos) van a decir, ¡es terrible!, ¡es subversivo!, ¡le gusta el presidente de México!!
Una descripción que se asemeja a la lectura política de las películas y caricaturas de Walt Disney, donde el gringo despistado y en aprietos recibe la valiosa ayuda del “buen salvaje” caracterizado por un personaje vestido con sarape y sobrero de charro, o Pepe Carioca, un perico con maracas en mano y bailando al ritmo de zamba. Nada más que en esta ocasión el personaje es real y es nada menos que el mandatario mexicano tratado como el “buen salvaje”.
Lo más seguro es que López Obrador señale que “no quiso decir eso”, fue obligado por las circunstancias. El típico “él no es así”, y afirmará que “siempre nos ha tratado con respeto”.
Lejos están las opiniones de un AMLO en campaña, cuando en 2017 en su libro “Oye Trump” criticó al mandatario norteamericano “es una canallada que Trump y sus asesores se expresen así de los mexicanos como Hitler y los nazis se referían a los judíos, justo antes de emprender la infame persecución y abominable exterminio”.
Ya como presidente, AMLO destacó la actitud de Trump hacia su gobierno “el discurso con relación a México ha sido más respetuoso de cómo se expresaba anteriormente, cosa que agradecemos”. Con esta amabilidad, daba comienzo la buena relación entre ambos mandatarios, el “espíritu del buen amigou”, una relación pragmática en donde siempre México aporta mucho y se lleva la peor parte: cumplir la tarea asignada como “buen salvaje”.
A estas dos figuras políticas les toca reflejar la cruda realidad de lo que es la relación Estados Unidos-México, así en ese orden de prioridad. Una relación cruel, difícil, utilitaria en los hechos (y favorable al vecino del norte), y en los discursos plagada de amistad, amor, pero con “corazones espinados”: el del buen socialista y el “hombre respetuoso y amable” de Trump.
Los dos políticos dicen defender a los sectores más desprotegidos. Uno dice a sus electores “el pueblo bueno, el pueblo sabio; el otro se dirige a sus votantes como “good people”, gente buena, valiente y trabajadora. Un discurso de corte paternal, de abrazo cariñoso al desprotegido, palabras que son una inversión de capital político a fin de generar ganancias electorales.
Los dos populistas, uno de derecha y el otro se dice de izquierda. Ni Trump ni a AMLO les interesa el escenario internacional, lo menosprecian. Trump socavó el liderazgo internacional de su país, y AMLO sometió a México a la burla del “mundo mundial” con peticiones de “nativo colonial”: exigir a España un perdón anacrónico.
Ambos políticos se parecen, hasta en el lenguaje cuando atacan a sus adversarios. A los dos les encanta humillar, descalificar, burlarse del adversario, son altaneros, bravucones y gozan al insultar a quienes consideran sus enemigos. Hay que recordar el “nasty woman” que Trump le espetó a una Hillary Clinton durante la campaña presidencial. Y AMLO, atiza a sus enemigos como “traidores a la patria”.
Las últimas palabras de Trump muestran el verdadero valor que se le da a México, ya no es sólo el patio trasero es además el “portero”, el gendarme de las dos fronteras, ese es el papel que los políticos mexicanos con su 90% de honestidad y 10% de capacidad le han construido a México frente a Estados Unidos. Ya no hay agenda bilateral, sólo hay órdenes, y eso que el presidente López Obrador prometió que no permitiría “que traten a México como piñata”.