La cuarta y última vida del peronismo fue liquidada por la figura y propuesta política del conservador Javier Milei no respondió a una lógica propiamente antiperonista, sino que fue producto de la crisis de las ideologías argentinas
Cuando el periodista mexicano Alejandro Ramos Esquivel le preguntó al poeta José Luis Borges que esperaban los argentinos del regreso de Argentina de Juan Domingo Perón en 1973, su respuesta fue poética y muy breve:
–Nostalgia.
La victoria del economista conservador Javier Milei cierra el ciclo de 77 años (1943-2023) de presencia de Perón en la vida política argentina y da por terminado el ciclo simbólico del populismo peronista: una clase política que representaban en el poder los intereses sobre todo de la clase trabajadora, promoviendo políticas de subsidios a los sectores pobres, pero sin modificar la estructura de distribución de la riqueza.
El populismo peronista formó parte de formas de Gobierno de representación social: Cárdenas en México, Goulart en Brasil y Perón en Argentina, en el primer gran ciclo histórico del populismo latinoamericano.
Perón arribó al poder en 1943 como ministro del Trabajo con un lenguaje de masas, tuvo un primer ciclo en la presidencia vía golpe de Estado de 1946 a 1955 y logró una proyección internacional por el papel de activismo social de su esposa, la actriz Eva Perón en la configuración de un movimiento de masas sobre todo obreras a través de subsidios sociales, sin modificar la estructura capitalista de distribución de la riqueza.
El modelo peronista como movimiento de masas duró hasta 1955 en que fue derrocado por otros militares y polarizó la República durante más de tres cuartos de siglo. De un lado, las masas obreras y los jóvenes revolucionarios y muchos de ellos guerrilleros luchando contra los gobiernos militares y políticos que tomaron el control del país hasta 1973, mientras Perón vivía exiliado y protegido en la España de Franco.
El peronismo se reagrupó alrededor de la figura del doctor Héctor J. Cámpora, asistente de Perón, y ganaron las elecciones constitucionales en 1973; el primer paso fue reconocer el liderazgo de Perón y propiciar su regreso al país para reintegrarle la presidencia que le habían arrancado los militares 18 años antes. La base política militante del peronismo se centró en la actividad guerrillera del grupo autodenominado Montoneros, aunque el poder real de entonces estaba en manos de los principales sindicatos de trabajadores.
El Perón que regresó a Argentina tenía ya 78 años, había perdido el pulso político del país y no tenía el control de las principales fuerzas sociales, en tanto que los grupos de seguidores nunca pudieron cohesionar un bloque de poder. Al lado del general Perón apareció su segunda esposa Isabelita, aunque su verdadero nombre era María Estela Martínez, quien no pudo luchar con el peso histórico de la sombra de Eva Perón.
Ya en el poder, Perón no supo construir un grupo político dirigente e Isabelita fue impuesta como vicepresidenta de la República. La muerte del líder en 1974 ocurrió en medio de disputas por el poder. Isabelita ascendió a presidenta y el grupo dominante se acurrucó en torno al diabólico ministro de Bienestar Social, el brujo José López Rega, un burócrata ambicioso.
Argentina entró en un ciclo de desorden de gobierno por la lucha interna en el peronismo. Y como en 1955, de nueva cuenta los militares interrumpieron el segundo ciclo peronista con un golpe de Estado en 1976, aunque la represión y la respuesta guerrillera impidió la normalización política. El apoyo estadunidense a la dictadura terminó pocos años después y Argentina tuvo otro regreso a la democracia en 1983, en un deslavado tercer ciclo peronista.
El peronismo como organización política tardó en rehacerse, bastante por la crisis económica regional. En 2003 arribó a la presidencia el político Néstor Kirchner y junto con su esposa Cristina Fernández mantuvo el peronismo como discurso de poder, aunque ya con una nueva clase política ajena a los principios fijados por Perón y de nueva cuenta sin relevo en la circulación de las élites políticas.
El peronismo se desintegró y apenas pudo mantenerse como eje político menor con los Kirchner en el periodo 2003-2015. En 2015 el peronismo perdió las elecciones ante el opositor antiperonista Mauricio Macri, pero apenas pudo sobrevivir un periodo de cinco años. En 2019 subió a la presidencia Alberto Fernández, un político medio del peronismo que había sido vicepresidente de Cristina Fernández. La lucha por el poder entre el grupo kirchnerista desgastó al presidente Fernández, Cristina Fernández fue sometida a una persecución por casos específicos de corrupción y resultó inhabilitada.
La cuarta y última vida del peronismo fue liquidada por la figura y propuesta política del conservador Javier Milei no respondió a una lógica propiamente antiperonista, sino que fue producto de la crisis de las ideologías argentinas y el desvanecimiento del peronismo. Más que antiperonista, Milei representa a una corriente neoliberal en estado puro, en tanto que el peronismo dejó de representar a la clase obrera en repliegue.
Con el peronismo se va uno de los más simbólicos casos de populismo latinoamericano.
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