Primera parte
La libertad de expresión es un derecho fundamental de los individuos, amparado y protegido por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en sus Artículos 6° y 7°, y en el Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que lo conciben como un principio de todos los individuos, de muy alto valor para difundir ideas y conocimientos, a la vez que se categoriza como un principio clave de la convivencia en sociedad bajo las reglas irremplazables de la civilidad política, aplicables para todos.
En 2018 México registró un acontecimiento político crucial por el triunfo en las urnas de Andrés Manuel López Obrador, quien ganó el premio electivo más trascendente del Sistema Político Mexicano: la Presidencia de la República, con su consecuente derecho de picaporte a Palacio Nacional y al despliegue de su proyecto de poder englobado como la Cuarta Transformación.
En tan inédita coyuntura de alternancia en el Poder Ejecutivo Federal, los Medios de Comunicación de México enfrentaban ya un proceso acumulativo de crisis múltiples, cuyo más fiel retrato se expresaba en los siguientes ángulos:
1.- Una seria crisis de credibilidad, frente a una sociedad cada vez más crítica y participativa, en pleno avance democrático, apuntalada en visibles niveles de cultura político-mediática, jugando roles cada vez más decisivos en asuntos de interés colectivo, demostrando capacidad de observancia sobre el desempeño y/o fallas, omisiones, incumplimientos, abusos y presuntos delitos cometidos por servidores públicos, y con la exigencia de atajar los excesos de los diversos elencos de la clase política.
2.- Una aguda crisis tecnológica, provocada, sobre todo, por el crecimiento y consolidación del periodismo digital, sustentado en la expansión de las redes Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), que apuntalan el proceso político-noticioso en tiempo real, además del surgimiento de nuevos perfiles de informadores que, en muchos casos, operan sin el rigor metodológico exigible y propio de los medios de comunicación clásicos, en los que la verificación de contenidos es la clave. Si bien es cierto que en el firmamento comunicacional digital del México de hoy existen respetables comunicadores multimedia, también es cierto que buen número de “periodistas” recién estrenados en el gremio han sido habilitados como “comunicadores”, que suelen manejar con frecuencia los llamados “contenidos parasitarios” en sus “coberturas, difusión e interactuación con las audiencias”.
3.- Una compleja crisis financiera, producto, entre otros factores, del desplome de los grandes tirajes de medios impresos y altos volúmenes de circulación de otras épocas, así como del distanciamiento con el otrora abultado número de suscriptores, patrocinadores y anunciantes, provenientes -en buena medida- de los convenios publicitarios con instancias gubernamentales federales, estatales y municipales; además de los recursos generados por contratos con operadores de la Iniciativa Privada.
4.- Una atroz y creciente crisis de violencia, con su ascendente, imparable y descontrolado grado de ferocidad que atenta contra la integridad física de los profesionales de los medios de comunicación, y que ha convertido este primer trimestre del año 2022 en un funesto período de luto y sangre en las entrañas del gremio periodístico de México, provocando la condena y repulsa de instancias profesionales de comunicadores en el contexto global, amén de críticas de gobierno más allá de nuestras fronteras. Según diversas investigaciones realizadas, en los ataques en contra de informadores ha sido recurrente la participación de integrantes de los tres niveles de gobierno, además de la documentada concurrencia de miembros de la delincuencia organizada.
5.- Hoy día, ha tomado forma una peligrosa crisis política para los medios de comunicación en su interacción con la actual cúpula del poder público, alimentada día a día desde Palacio Nacional. El presidente Andrés Manuel López Obrador ha impulsado, con evidente éxito, pero con decreciente niveles de audiencia, su particular modelo de comunicación política, vía las conferencias mañaneras -que algunos consideran mera correa de transmisión de contenidos propagandísticos-, como la gran plataforma para el ejercicio del poder palaciego, cuyo correlato sobre los medios de comunicación y la libertad de expresión transita por dos rutas notoriamente entrelazadas, pero permanentemente confrontadas: por un lado, la narrativa del “respeto pleno a la libertad de expresión y a las líneas editoriales de todos los medios de comunicación”, así como el supuesto reconocimiento a la labor que realizan los periodistas, en especial de medios digitales y las tan cacareadas “benditas redes sociales”; pero, por otro, como si se tratara de un perverso y zigzagueante juego de odios y amoríos, es recurrente, quebrantadora y sistemática la línea discursiva de las mañaneras enfilada a la descalificación y agresiones cotidianas en contra de los informadores y los espacios noticiosos que cuestionan el estado de cosas que priva en la compleja problemática que impacta a México.