“Es en tiempos de seguridad cuando el espíritu debe
prepararse para los futuros contratiempos”
Séneca
Buscamos un desempeño óptimo para cumplir nuestros sueños y metas. Buscamos eficiencia, intentando que nuestros esfuerzos y sacrificios traigan consigo los resultados que esperamos. Es claro que, para conseguir cosas grandes, es necesario emplearse a fondo de manera creativa y persistente.
Partiendo de lo anterior, ¿qué tan benéfico o perjudicial resulta el estrés? Comencemos por el principio. El estrés está definido por la Real Academia de la Lengua como “el estado de cansancio mental provocado por la exigencia de un rendimiento superior al normal; suele provocar trastornos físicos y mentales”; en el campo de la Biología, el término es definido como un “conjunto de alteraciones que se producen en el organismo como respuesta física ante determinados estímulos repetidos, como por ejemplo el frío, el miedo, la alegría, etc.”.
Si echamos un vistazo a la definición que nos otorga la Organización Mundial de la Salud, lo define como “el conjunto de reacciones fisiológicas que prepara el organismo para la acción”. Otra definición derivada del campo de la salud, menciona que el estrés “es la respuesta del cuerpo a una presión física, mental o emocional”.
Con estos elementos, me gustaría concluir que el estrés está relacionado con la exigencia de un rendimiento superior, con la presión física, mental o emocional, y con un paquete de elementos que conforman una respuesta o reacción ante los impulsos a los que el individuo está sometido. Un coctel de pensamientos, emociones y sentimientos que experimentamos de golpe.
Especialistas sostienen que el estrés produce entre otros, cambios químicos que elevan la presión arterial y el ritmo cardiaco, además de provocar en nosotros sentimientos de enojo, depresión y excitación.
Sin embargo, el estrés no resulta del todo negativo y contraproducente. Como casi todo en la vida, una dosis suficiente de él puede resultar benéfico para el individuo. Expertos sostienen que existe una relación entre el estrés y el desempeño, misma que puede representarse gráficamente, donde en el eje vertical se mide el desempeño y en el eje horizontal se registran los niveles de estrés, formando una gráfica de campana, que demuestra que a poco o mucho estrés, es decir en los extremos, el desempeño es menor, y justamente a la mitad, donde los niveles de estrés no son ni poco ni mucho, se logra el máximo desempeño del individuo.
En resumen, en ausencia de estrés, regularmente no existe ese motor que nos impulsa, esa presión que genera movimiento y acción. En contraparte, demasiado estrés nos enferma, confunde, nubla y paraliza; estrés en niveles superiores nos lleva de inmediato a un modo de supervivencia.
El estrés está presente en nosotros desde que nos encontramos en periodo de gestación, a través del que nuestra madre experimenta. Niveles justos nos invitan al movimiento, nos mantienen alertas y agudizan nuestra atención y creatividad.
Por lo tanto, será el estrés en su justa medida lo que nos permitirá que nuestro organismo alcance su nivel óptimo de desempeño, resultando una buena herramienta para potenciar nuestras respuestas, agilizar nuestras funciones, fortalecer nuestra personalidad, y moldear nuestra inteligencia emocional, otorgándonos la experiencia necesaria para enfrentar de mejor manera nuevos eventos.
Así que, te invito a utilizar inteligentemente al estrés como una herramienta para abandonar nuestra zona de confort, y generar ideas y acciones que nos permitan construir un mejor presente y con él, un mejor futuro.
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