Desde esta perspectiva, el primer paso para Adán Augusto es desplazar del segundo lugar en las preferencias electorales a Marcelo Ebrard y, desde ahí, competir o legitimar.
Cada príncipe debe desear ser considerado piadoso y no cruel; sin embargo debe tener cuidado de no usar mal esa piedad
El Príncipe
Para ningún iniciado en el ámbito de la política y la opinión pública es un secreto que Adán Augusto López Hernández ha metido el acelerador en la búsqueda de mayor puntaje para cotizar en las próximas encuestas de Morena para seleccionar la candidatura presidencial.
El secretario de Gobernación que dejó inconclusa la gubernatura de Tabasco para venir a ayudar a su hermano mayor, el presidente López Obrador, ha comenzado a comprometer a operadores de distinta procedencia política en el territorio nacional para que impulsen su precandidatura.
El mensaje que transmiten él y su subsecretario César Yáñez a sus huestes es que AMLO le dio instrucciones de intensificar su campaña y que él, como aspirante, tiene muy claro que su meta es que, si al final del proceso no le alcanza para la nominación, será el primero en levantarle la mano a quien gane la postulación del partido-movimiento oficial. El objetivo: mantener la unidad del gran movimiento de transformación nacional.
Desde esta perspectiva, el primer paso para Adán Augusto es desplazar del segundo lugar en las preferencias electorales a Marcelo Ebrard y, desde ahí, competir o legitimar. Por eso no sorprende que haya lanzado unos videos con animaciones y sentido del humor en los que se ridiculiza a sus contendientes internos: deja a una Claudia Sheinbaum sorprendida porque la rebasan y a un Ebrard atorado en las selfies.
Cuando la oposición es incapaz de construir una alternativa al proyecto político de la cuarta transformación, ni de presentar un liderazgo o serie de liderazgos con posibilidad siquiera para contestar el discurso y convertirse en una candidatura de unidad competitiva, resulta que el principal riesgo para Morena son las eventuales fisuras.
La especulación sobre una eventual deserción de un aspirante malogrado que pudiera irse a la oposición es alimentada por actores políticos, opinadores, comentócratas, sociedad civilistas y ex intelectuales que se han pasado cerca de dos años sembrando rumores sobre la posibilidad de que Ricardo Monreal o Marcelo Ebrard, al no verse favorecidos por la designación de su partido, acepten una candidatura en la acera de enfrente.
Monreal estuvo a punto de ser elegido presidente de la Mesa Directiva del Senado, sumando su puñado de votos de senadores morenistas a los opositores que estaban dispuestos a creerle el discurso de su relativa autonomía y dignidad, cuando más bien eran aspavientos por su marginación del centro del poder.
Quemó sus cartuchos, aceptó el liderazgo de Adán Augusto que lo desplazó del centro del poder de la cámara alta y volvió al redil, como lo manifiesta de manera expresa en su artículo Revelación, publicado en El Universal.
En su colaboración periodística, Monreal se escuda en la lectura juvenil de Hermann Hesse, Siddhartha, para revelar la coyuntura: AMLO tiene que hacer un llamado a la unidad y neutralizar la ruptura del movimiento “resquebrajado y dividido”, pero, además, la “fuerza moral”, el “liderazgo” presidencial y su “sola palabra” bastan para sanar el alma Monrealista de “cualquier tentación individualista”.
Por su parte, Marcelo Ebrard teme otra persecución política como la que vivió en el peñismo y por la que se vio obligado a vivir con su familia en París, en un departamento de 80 metros, mientras hostigaban desde el poder al resto de su gente cercana. Marcelo ha afirmado que no tiene por qué abandonar el movimiento si hay piso parejo, si se pactan las reglas para medir a los contendientes en las encuestas de Morena. Su apuesta es que algo suceda en el camino que pueda modificar la correlación de fuerzas y pueda ser el elegible, pero si no sucede, no va a romper. Nunca lo ha hecho. No lo hizo cuando Salinas de Gortari le jugó chueco a Manuel Camacho y su equipo designando a Luis Donaldo Colosio. Entonces Marcelo convenció a Camacho de no romper. No lo hizo cuando él y AMLO quedaron, digamos casi tablas en las encuestas por la candidatura presidencial. Entonces Camacho convenció a Marcelo de no romper.
Manuel Camacho proponía el cambio sin ruptura, con Monreal y Ebrard no esperamos cambio, ni ruptura.
Un libro, una serie, un podcast:
Libros: Un eterno comienzo. La trampa circular del desarrollo mexicano (Taurus-CIDE) Ugo Pipitone. ¿Por qué en México todo cambia para quedar igual o peor?
Serie: Kleo. (Netflix) Una exagente de los servicios secretos alemanes es traicionada y encarcelada, al salir se ha caído el muro y cmienza la historia por descubrir qué pasó.
Podcast: A la 1 con Salvador García Soto (El Heraldo). Información, opinión y un lado simpatico de las noticias con el influyente periodista.
@KoldoHerria
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