Sin embargo, si algo hace bien Andrés Manuel es hablar, con mentiras y otros datos, pero es un gran orador.
A casi cuatro años de gobierno, el Presidente Andrés Manuel López Obrador, mantiene niveles de popularidad alrededor del 58%.
Lo anterior es un logro que implica diversas cuestiones que, de fondo, son preocupantes.
Las encuestan colocan al Presidente con una aprobación cercana al 60% y un novel de desaprobación alrededor del 39% de los entrevistados, ello a pesar del terrible manejo de la pandemia por COVID-19, o los escándalos como la Casa Gris de su hijo José Ramón, la filtración de información reservada de la Secretaría de la Defensa donde se exhibía el verdadero estado de salud del Presidente, así como su sometimiento al Ejército.
A pesar de los resultados en materia de seguridad, donde ya rompió el récord de homicidios dolosos del sexenio de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, su desprecio por los niños con cáncer, los altos índices de feminicidios y violencia contra las mujeres, sus ataques a la libertad de prensa, sus dotes dictatoriales y autoritarios, al Presidente la gente aún lo quiere.
Lo anterior da muestra del verdadero poder de Andrés Manuel: comunicar.
Y es que no debe ser fácil que, con tan malos resultados de gobierno, los escándalos de corrupción y demás tropiezos de la 4T, el Presidente mantenga cifra récord de aprobación.
Sin embargo, si algo hace bien Andrés Manuel es hablar, con mentiras y otros datos, pero es un gran orador.
Es por ello por lo que el discurso radical del candidato eterno de oposición logra permear entre sus seguidores.
Es así como por culpa de los “Fifís”, “Neoliberales”, “conservadores con privilegios”, “los machucones”, entre otros apodos más, Andrés logra evadir su verdadera responsabilidad, logrando hacer creer –al menos al 59% de las personas– que el solo es una víctima de la oligarquía que únicamente quiere mantener sus privilegios a toda costa.
Y es así como el Presidente ha navegado los últimos años de su gobierno, culpando a todos, sin asumir la culpa.
Millones de mexicanos han comprado ese discurso, al grado de argumentar sin fundamentos, o incluso cayendo en la ridiculez, para defender lo indefendible.
Ejemplos sobran: si el hijo mayor del Presidente vive con lujos en Houston en la casa de uno de los contratistas favoritos del Gobierno encabezado por su papá, todo es parte de un plan maquiavélico de la oposición que no tiene escrúpulos.
Y así, podemos leer y escuchar argumentos inmorales, mitómanos, mendaces, que los integrantes de la 4T lanzan contra la oposición, la prensa, los críticos, la clase media o todo aquel que no cree en su gobierno, para culparla de todos los fracasos a todos menos a ellos mismos.
Ahí radica el poder del Presidente, a pesar de los evidentes fracasos, la gente que le cree lo seguirá haciendo de manera fiel, a pesar de vivir en carne propia los resultados de un gobierno que fracasó.
Pero más grave aún resulta que, a pesar de los resultados y escándalos, el discurso de la oposición no logra convencer a los mexicanos que están casados de este gobierno.
Mientras el Presidente convence con insultos y mentiras, la oposición no logra dar ni un paso hacia delante con el electorado indeciso, por lo que, desde hoy, podemos asegurar que el 2024 se encuentra amarrado para el/la candidata de MORENA a la Presidencia.
La pregunta será, ¿el efecto Obrador podrá cubrir los fracasos del siguiente gobierno?
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