Demandan plena certeza jurídica para seguir fortaleciendo el interés de empresarios mexicanos y extranjeros por invertir en los grandes proyectos nacionales…
Resulta obvio suponer que cuando Germán Larrea acudió a Palacio Nacional la semana pasada para entrevistarse con el presidente de la República, éste le dijo, palabras más palabras menos: Si quieres Banamex vas a tener que regresarnos algunos tramitos de Ferrosur para el proyecto del Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec; y si no es por las buenas, pues lo hacemos por las malas decretando cancelar la concesión 25 años antes o una “ocupación temporal”.
De otro modo, los analistas, excepto los bisoños, no se explican la tibia respuesta de la empresa, quien en un comunicado dijo el viernes que están analizando el asunto junto con sus inversionistas y asesores, y que seguirán proporcionando el servicio a sus usuarios sin ninguna afectación por el momento, sólo con la vigilancia de las fuerzas armadas, y que informará oportunamente sobre las acciones a seguir con base en sus obligaciones como empresa pública. También resulta inexplicable, que hasta ayer domingo, Larrea no había abierto la boquita para fijar su posición por la llamada “ocupación temporal”.
A quienes se les pusieron los pelos de punto por el mencionado decreto, fue a los integrantes del Consejo Coordinador Empresarial , tal vez porque tienen miedo de que el presidente López Obrador, al puro estilo de José López Portillo, les expropie algunos de sus negocios; peor aún, que revierta la concesión del ferrocarril que en la administración de Ernesto Zedillo se otorgó a los particulares por 50 años, y que vence en 2048.
Los “cupuleros” afirmaron: “Más más allá de la controvertida legalidad de dicho decreto, externamos nuestra profunda inquietud por los efectos negativos que este tipo de decisiones generan en la confianza de invertir en México y de crear empleos, en un momento de grandes oportunidades”. Agregan que siempre han manifestado su plena disposición para dialogar con el gobierno y construir juntos las mejores opciones que detonen el desarrollo nacional. Incluso, “ha sido enfático nuestro interés por participar en el proyecto de impulso al sur del país que tanto se necesita”. Bueno, esto último es de “dientes para afuera”, porque en esta región pocos son los que quieren arriesgar sus capitales, argumentando que les queda muy lejos y no es muy rentable instalarse en la región.
Demandan plena certeza jurídica para seguir fortaleciendo el interés de empresarios mexicanos y extranjeros por invertir en los grandes proyectos nacionales, detonantes de dinamismo, bienestar y empleo y reiteran su disposición a mantener el diálogo abierto y profundo para construir y anticipar con certidumbre las mejores definiciones de autoridad que coadyuven a mantener la confianza, así como a fortalecer la inversión, el crecimiento, el empleo y el desarrollo de México. ¡Cuál diálogo abierto ni que ocho cuartos; aquí nada más mis chicharrones truenan! Podría responderles ya saben quién.
Para el presidente Andrés Manuel López Obrador, el Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec –que desde hace medio siglo prometieron, sólo prometieron, otros mandatarios– es una de sus obras faraónicas que hará realidad y de las que podrá presumir ya retirado, por lo que decidió la ocupación temporal, no expropiación, como aclara el secretario de Gobernación, de los tramitos de Ferrosur.
Hay quienes preguntan: ¿Y que tal si el lunes Larrea “se raja” y ya no compra Banamex? Pues entonces podría quedarse como “el perro de las dos tortas”, responden los analistas. Los catastrofistas, incluyendo la senadora Lily Téllez, reaccionaron visceralmente por la decisión del presidente de la República, diciendo cosas horribles, horribles, entre ellas que lo mismo ocurrió en Venezuela cuando los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro empezaron a expropiar todo lo que estaba a su alcance. Se les olvida que Vicente Fox, a quien el sector empresarial apoyó incondicionalmente hasta que descubrió que era un inútil, ignorante, impreparado… expropió en 2001 todos los ingenios azucareros del país, incluyendo algunos que estaban en manos del gobierno. Después se vio en la penosa necesidad de regresarlos a sus dueños. Pero esa es otra historia.
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