La Guerra cristera que se vivió en México, una guerra civil, aunque impulsada también desde el exterior por los intereses geopolíticos del Vaticano, llevó a la intervención del catolicismo norteamericano desde una perspectiva pragmática…
En México es altamente apreciado el Batallón de San Patricio que colaboró con nuestro país en la guerra de 1846 defendiéndolo del imperialismo norteamericano en plena expansión. El martirologio de los integrantes del Batallón de San Patricio incluso fue tan noble como el de los Niños Héroes de Chapultepec, de ahí que en la conmemoración de la gallarda defensa que los mexicanos de aquella época implementaron contra el invasor norteamericano, el sacrificio e inmolación generosa de los irlandeses del Batallón de San Patricio forma parte imborrable de la historia nacional.
Probablemente debido al costo humano, los irlandeses norteamericanos del siglo XX decidieron no cometer más suicidios, aunque fuesen heroicos, pero que les acarrearían mayores desgracias de las que acumulaban en sus emigraciones y luchas propias.
La solidaridad del Batallón de San Patricio con México fue un acto de generosidad trascendente impulsado por un natural sincretismo católico. El costo fue total para los integrantes del Batallón de San Patricio. El apoyo católico irlandés hacia México no volvería a ser igual.
La Guerra cristera que se vivió en México, una guerra civil, aunque impulsada también desde el exterior por los intereses geopolíticos del Vaticano, llevó a la intervención del catolicismo norteamericano desde una perspectiva pragmática, pero que resultó útil para complementar un proceso de pacificación que resultó en detrimento del régimen de la revolución mexicana y consolidó el colonialismo sobre nuestro país.
Esta condición se tradujo en que la retórica nacionalista y revolucionaria se opacó y casi llegó al extremo de cancelarse. Edmund Walsh y los diferentes grupos de católicos norteamericanos promovieron pragmáticamente la pacificación del conflicto cristero en México para que la estrategia geopolítica católica en contra del comunismo continuara no sólo en México sino en Estados Unidos y, previo a la Guerra Fría, principalmente en Europa.
Mario Ramírez Rancaño propone una distinción significativa en el enfoque diplomático de la Santa Sede hacia los débiles y los fuertes. En el período global entre las dos guerras mundiales, el obispo de Roma enfrentó condiciones geográficas que amenazaban la influencia y capacidad hegemónica de la Iglesia Católica. Los casos de Italia y México son representativos a este respecto. En Italia, el poder geográfico de la Iglesia se reducía al del Estado Vaticano, mientras que en México se iniciaba el conflicto cristero. Ramírez Rancaño señala el espíritu diferente del Papa hacia Mussolini y hacia el general Plutarco Elías Calles. Con el Duce, el Vaticano tenía una actitud sumisa, mientras que, con el General Calles, se mostraba una actitud racista, clasista y prepotente de Pío XI. El poder respeta al poder, y quizás por eso el entendimiento con Mussolini fue inmediato y efectivo, mientras que las relaciones con México requerían la guerra.
Los católicos norteamericanos, los White Catholics (polacos, italianos, franceses, irlandeses, alemanes, ucranianos, rumanos, etc.), ejercieron una notable influencia en la política exterior de los Estados Unidos, pero, sobre todo, en los aparatos de inteligencia, particularmente la CIA y el FBI. El papel más significativo de esa influencia fue la rabia anticomunista que lamentablemente fundo varios organismos y desarrolló la estrategia de la guerra sucia en varias partes del mundo.
La paranoia anticomunista al estilo de Walsh, McCarthy, Dulles, Donovan y Hoover; ahora predomina en el IMCO, el PRIANRD y los organismos empresariales que tutelan a Claudio X. González. En el siglo XX los White Catholics se imponen a los Hispanic Catholics -dentro de ellos los mexicanos-. No es nada nuevo y abundan los casos de estudio. El rumbo de México hacia la liberación, hacia la soberanía, siempre les parece a estos grupos el camino del infierno, la ruta de la conspiración judeo masónica comunista. ¿Qué sigue en las estrategias golpistas de la CIA? ¿La ascendencia judía de Claudia Sheinbaum? ¿El linaje merovingio de Marcelo Ebrard?
El anticomunismo es colonialismo. Claudio X. González y asociados, no tienen un proyecto para el país y cada día descubren su proyecto antimexicano y golpista. Los White Catholics siempre han tenido un proyecto ultranacionalista norteamericano, al que suman la Santa Sede, al que han tenido que injertar el mesianismo WASP y donde no caben los Hispanic Catholics. El catolicismo en Norteamérica es, probablemente, la religión mayoritaria; sin embargo, la distinción White Catholic e Hispanic Catholic, establece que Iberoamérica no tiene cabida en un proyecto geopolítico que cada vez resulta eugenésico como puede verse en la frontera norte de México.
Así como en la época de la Reforma en el siglo XIX, la sociedad mexicana entiende que los grupos conservadores perjudican el orden social; esta es la razón de que la gleba apoyara a la generación de ilustrados liberales masónicos y de que ahora las simpatías populares, según las encuestas electorales, beneficien al Movimiento de Regeneración Nacional. El lopezobradorismo también cuenta con el apoyo de grupos religiosos cristianos y conservadores que buscan ser independientes de la hegemonía norteamericana. Cuando la generación liberal de 1857 generó las bases jurídicas del Estado mexicano, lo hizo con el apoyo de una parte de la población que estaba inconforme con la actuación de la colonia española y de la propia burocracia eclesial. Los liberales encontraron en la filosofía ilustrada el medio adecuado para explicar los derechos humanos de las personas comunes y conseguir legitimidad para delimitar la influencia de la Iglesia católica en un orden público que resultaba inmoral para las clases sociales marginadas.
El nacionalismo mexicano tiene largos antecedentes históricos, de ahí que los intentos colonialistas sólo terminan por fortalecerlo. Los Hispanic Catholics saben que están solos, que no cuentan para nadie y, sobre todo, no existen para los proyectos eugenésicos de la blanquitud. Esa es la razón de que un partido denominado MORENA alcanzara una votación histórica en 2018 y que esas mayorías católicas morenas en Latinoamérica y Norteamérica, dejen de lado las estrategias imperialistas de los White Catholics.
La CIA podría atender experiencias políticas nuevas como las expuestas cinematográficamente en, por ejemplo, la película “Our Brand Is Crisis”, con Sandra Bullock. Intenten de verdad hacer algo positivo, algo bueno; pueden empezar por reconstruir los programas de ciencia política y relaciones internacionales que regeneren la democracia cristiana. El espantajo del anticomunismo simplemente no funciona.
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