La manera en que algunos prospectos a una candidatura surgen y empiezan a ocupar un lugar en la competencia electoral, nos muestra que es posible construir una candidatura en relativamente poco tiempo.
Un ejemplo fue ofrecido a finales de la década de los años 90 del siglo pasado por Vicente Fox, quien logró, en poco más de 3 años desde que anunció como gobernador de Guanajuato que buscaría representar al PAN, alcanzar la nominación en el año 2000, al imponer su candidatura a un panismo que pensaba en postular a uno de sus militantes históricos, como Diego Fernández de Cevallos, Francisco Barrio o Ernesto Ruffo –estos últimos exgobernadores—, algo que finalmente no sucedió por la fuerza que tomó Fox.
Ahora el PAN enfrenta el embate de Lilly Téllez, quien aprovecha hábilmente cualquier espacio que se le presenta para promoverse, como se pudo ver en la entrevista junto a Santiago Creel con Brozo, al grado de que ya se ubica en las encuestas como un prospecto de cuidado para el establishment blanquiazul y a tomar en cuenta para la postulación de quien será el abanderado de la alianza opositora en 2024.
Esto no quiere decir que en la actual senadora se repita el fenómeno Fox, pero es muy curioso que el panismo tenga que enfrentar a alguien que representa una disrupción en su manera de entender y practicar la política al interior de su partido de nueva cuenta, además de que es posible que la militancia y, en especial, la actual dirigencia no haya aprendido la lección de lo sucedido en el año 2000.
Lo que sí es un hecho, es que falta tiempo para que se inicie formalmente el proceso de selección del candidato presidencial de la alianza Va por México y el hecho de que al PAN le corresponda la conducción de esto será una dura prueba para un partido que no suele manejar sus crisis internas de la mejor manera y que termina con la salida de militante o simpatizantes y la pérdida de fuerza en las coyunturas claves.
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