Hace cincuenta años, Henry Kissinger instó al presidente Richard Nixon a derrocar al gobierno democráticamente elegido de Salvador Allende en Chile, esto debido a que su “efecto ´modelo´ puede ser insidioso”. El golpe de estado ocurrió el 11 de septiembre de 1973, los registros del Archivo de Seguridad Nacional destacan el papel de Kissinger como el principal arquitecto político de los esfuerzos de Estados Unidos para derrocar al presidente chileno y consolidar la dictadura de Augusto Pinochet en Chile. “Queremos ayudarte, no socavarte. Hiciste un gran servicio a Occidente al derrocar a Allende”, le dijo Kissinger al dictador chileno.
El portal del Archivo de Seguridad Nacional publicó los diez mejores documentos sobre el papel de Henry Kissinger para terminar con la democracia chilena y apoyar la dictadura militar en ese país. Los documentos son transcripciones de los “telecons” del entonces secretario de Estado –esto es, conversaciones telefónicas- que nunca fueron mostrados al Comité Especial del Senado presidido por el senador Frank Church a mitad de los 70´s. En ellos hay detalles, argumentos, decisiones y operaciones que llevó a cabo Kissinger como asesor de Seguridad Nacional y secretario de Estado. Peter Kornbluh, autor del libro “The Pinochet File”, dirige el Proyecto de Documentación de Chile en el Archivo de Seguridad Nacional donde se guarda toda la evidencia que respalda la responsabilidad de Kissinger en el golpe de estado perpetrado hace casi cincuenta años.
Uno de los documentos más interesantes que incluye Kornbluh en su libro, es un “telecon” acerca de una conversación entre el presidente Nixon y Kissinger, en ella el asesor de Seguridad Nacional le dice a Nixon que Estados Unidos había “ayudado” al golpe… “(se omiten las palabras) creó las condiciones lo mejor posible”. En otro momento Nixon se queja de la “basura liberal” en los medios de comunicación sobre el golpe a Allende, Kissinger le contesta: “En el período de Einsenhower seríamos héroes”. Kornbluh recupera en su libro otros documentos cuyas revelaciones son clave para construir todo el rompecabezas de este golpe de estado.
Uno de ellos tiene fecha del 12 de noviembre, justo después de la elección de Allende el 3 de noviembre de 1970. Kissinger mantuvo una conversación telefónica con el director de la CIA, Richard Helms sobre el golpe en Chile: “No dejaremos que Chile se vaya por el desagüe” dijo Kissinger, “estoy contigo” responde Helms. Tres días antes de esta conversación, Nixon instruyó a la CIA en una reunión donde Kissinger estaba presente, que “hiciera gritar a la economía” y que nombrara a Kissinger como supervisor de los esfuerzos encubiertos para evitar que Allende fuera investido como presidente. Este “telecon” Kissinger/Helms no fue del conocimiento del Comité del Senado sobre la intervención estadounidense en Chile. Otro documento señala que Kissinger ignoró una recomendación de su principal adjunto en el Consejo de Seguridad Nacional (NSC), Viron Vaky quien aconsejó a su jefe en contra de la acción encubierta para derrocar a Allende. El 14 de septiembre, Vary envió un memo a Kissinger señalando que la conspiración golpista conduciría a la “violencia generalizada e incluso la insurrección”, agregó que una política así era “inmoral”: “Lo que proponemos es evidentemente una violación de nuestros propios principios y principios políticos…Si estos principios tienen algún significado, normalmente se aparta de ellos solo para enfrentar la amenaza más grave para nosotros, por ejemplo, la supervivencia. ¿Es Allende una amenaza mortal para los Estados Unidos? Es difícil discutir esto”.
Las operaciones encubiertas comenzaron de inmediato, una de ellas resultó en el asesinato del comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Chile, el general René Schneider. En la toma de posesión de Allende, el 4 de noviembre de 1970, Kissinger presionó al presidente Nixon para que rechazara la recomendación del Departamento de Estado en el sentido de buscar un modus vivendi con Allende. En un documento secreto de ocho páginas, Kissinger planteó la justificación más clara para el cambio de régimen en Chile, le dijo a Nixon que “la elección de Allende como presidente de Chile plantea para nosotros uno de los desafíos más serios jamás enfrentados en este hemisferio (y) su decisión (al respecto) puede ser la decisión de asuntos exteriores más histórica y difícil que tomará este año”. No solo están en juego los millones de dólares en inversiones de los Estados Unidos, dijo Kissinger, el problema es “el efecto modelo insidioso” de su elección democrática. No había forma de que Estados Unidos negara la legitimidad de Allende, y el asunto era que, si el nuevo presidente encarrilaba los recursos en Chile en una dirección socialista, otros países seguirían su ejemplo. “El ejemplo de un gobierno marxista electo y exitoso en Chile seguramente tendría un impacto en, y establecerá un valor precedente para, otras partes del mundo, en la Unión Europea, por ejemplo, especialmente en Italia. La propagación imitativa de fenómenos similares en otros lugares afectaría a su vez significativamente el equilibrio mundial y nuestra posición en él”. Al día siguiente, Nixon dejó claro que la política a seguir sería el derrocamiento de Allende. “Nuestra principal preocupación”, dijo, “es la perspectiva de que pueda consolidarse y la imagen proyectada al mundo será su éxito”.
Después del golpe de estado perpetrado el 11 de septiembre de 1973, Kissinger ignoró las preocupaciones de sus principales asesores del Departamento de Estado sobre la represión masiva por parte de los militares chilenos. Al contrario, instruyó a su embajador transmitir a Pinochet “nuestros más firmes deseos de cooperar estrechamente y establecer una base firme para una relación cordial y constructiva”. Cuando su subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos le preguntó sobre qué informar al Congreso acerca de la represión, Kissinger contestó: “Creo que debemos entender nuestra política, por muy desagradable que actúen, este gobierno es mejor para nosotros que Allende”. Estados Unidos consolidó al régimen de Pinochet a través de ayuda económica, militar, apoyo diplomático y asistencia de la CIA para crear la policía secreta de Chile, la temida DINA.
En 1975, en el apogeo de la represión de Pinochet, Kissinger se reunió con el ministro de Relaciones Exteriores de Chile, el almirante Patricio Carvajal, y en lugar de abordar el tema de los derechos humanos, Kissinger abrió la reunión menospreciando el trabajo de su staff: “Leí el documento informativo para esta reunión y no era más que Derechos Humanos” le dijo a Carvajal. “El Departamento de Estado está formado por personas que tienen vocación por el ministerio. Debido a que no hay suficientes iglesias para ellos, entraron en el Departamento de Estado”, dijo. Más tarde, en junio de 1976 justo antes de entrar a una reunión con Pinochet, William D. Rogers adjunto para América Latina de Kissinger, le aconsejó que tratara el tema de derechos humanos como un punto central y que presionara al dictador para “mejorar las prácticas de derechos humanos”. Esto nunca pasó, al contrario, Kissinger le dijo a Pinochet que era víctima de la propaganda de izquierda sobre los derechos humanos. “En Estados Unidos, como saben, simpatizamos con lo que están tratando de hacer aquí” le dijo a Pinochet, “Queremos ayudarte, no socavarte. Hiciste un gran servicio a Occidente al derrocar a Allende”.
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