El “dedazo” del presidente Andrés Manuel López Obrador para elegir a su sucesor, será muy diferente a los que dieron sus antecesores en el Siglo XX. Para empezar sus “corcholatas” tendrán que renunciar a sus cargos más tardar el próximo 15 de junio; la decisión la van a disfrazar de encuesta y habrá premios y recompensas para los perdedores: Los que obtengan medalla de plata y bronce serán designados coordinadores de las fracciones legislativas electas en 2024 para el Senado y la Cámara de Diputados, y al cuarto lugar le darán un premio especial en el gabinete presidencial.
Con estas y otras reglas que puso a los competidores y a otros involucrados en el proceso electoral del 2024, López Obrador revivió la tradición del “dedazo” que existió desde los años treinta del siglo pasado, cuando el país ingresó a la era del partido casi único, hasta el final del mismo.
Desde el siglo XIX, y casi sin excepción, los presidentes de la República intentaron influir de manera decisiva en la designación del sucesor. Muchos lo consiguieron. Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940) institucionalizó la tradición autoritaria del dedazo y señaló al sucesor. Después de él, siete presidentes de la República lo hicieron con el apoyo incondicional del partido oficial y sin complicaciones mayores entre la clase política: Manuel Ávila Camacho (1940-1946), Miguel Alemán Valdés (1946-1952), Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958), Adolfo López Mateos (1958-1964), Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), y José López Portillo y Pacheco (1976-1982).
Los problemas graves comenzaron después:
∙ Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988) enfrentó una rebelión que intentó impedir el dedazo, y aunque designó al candidato pagó el precio de una escisión en su partido.
∙ Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) designó, con muchas complicaciones, a un candidato que fue asesinado, y tuvo que aceptar a otro que en la presidencia fue su enemigo.
∙ Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000), quien estaba decidido a “echar al PRI” de Los Pinos, dio un “medio dedazo” al designar a Francisco Labastida Ochoa. El “Perfecto fracasado”, como lo califico Roberto Madrazo, fue el primer priista derrotado en la elección presidencial.
∙ Vicente Fox Quesada (2000-2006), primer presidente surgido del Partido Acción Nacional no pudo designar candidato porque se lo impidió “El Hijo Desobediente”.
∙ Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012), segundo presidente emanado del PAN tampoco pudo ejercer el “dedazo” porque los “ultras” del PAN no lo dejaron y Josefina Vázquez Mota “se le subió a las barbas”. En respuesta, Calderón pactó el regreso del PRI a Los Pinos.
∙ Enrique Peña Nieto (2012-2018) quiso dar el “dedazo” desde el inicio de su sexenio (perfilando a Luis Videgaray Caso) y al final le cortaron el dedo. Las “fuerzas vivas” de un PRI completamente deshilachado, designaron a José Antonio Meade, mejor conocido como “Plutarquito”, a quien le pusieron una madriza nunca vista.
Vamos a ver cómo le funcionan al presidente López Obrador las nuevas reglas que impuso para ejercer el “dedazo”, y si sus “corcholatas” las respetan. De entrada, algunos no están muy contentos con su diseño.
@LuisSotoAgenda
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