Para ser torero, primero hay que parecerlo, afirmó el matador de toros español Juan Belmonte “El Pasmo de Triana” (1892-1962), y esa frase ya clásica es una gran verdad en la tauromaquia, pero también en cualquier actividad en la que el hábito sí haga al monje. En la política, por ejemplo.
Por consiguiente, es cierto que, para ser candidato presidencial en este México del siglo XXI, primero hay que parecerlo. Esa es la primera condición sine qua non: parecer candidato. Es la base para que la gente, la ciudadanía, la sociedad —no SOLO el pueblo sabio—, comience a creer en un político que se presente como candidato.
Pero ahí no terminan los requisitos. Después es imprescindible que el supuesto candidato hable, escuche, dialogue, polemice, pregunte, conteste y, en suma, actúe como candidato.
Así debería de ser, pero en algunos casos no es así; por ejemplo: La señora Claudia Sheinbaum, “corcholata” presidencial favorita del primer mandatario, no cumple con la primera condición: parecer torera. Tampoco con los susodichos requisitos, afirman sus detractores. La “Señito” no escucha, no dialoga, no polemiza porque teme que descubran que la política no es lo suyo; que sin el manto protector de Andrés Manuel López Obrador no sería nadie, ni nada; cree que por el solo hecho de ser mujer y porque según ella “llegó la hora” de que una mujer ocupe la presidencia de la República, debe serlo. Y sí, efectivamente México está preparado para que una mujer lo gobierno, pero Claudia no está preparada para ello.
Otro que tampoco parece candidato ni cumple con los requisitos, es Adán Augusto López, el secretario de Gobernación, para quienes lo hayan olvidado. Está preparado, tiene experiencia política, pero no escucha, tampoco dialoga y mucho menos polemiza. El hace lo que se la da la gana, o lo que le diga el patrón.
El “Carnal” Marcelo Ebrard parece, nada más parece torero; pero en realidad es un novillero viejo que si bien es cierto ha toreado 25 novilladas “picadas” para poder tomar la alternativa, no lo ha conseguido. En ocasiones los toros le han puesto “revolcadas de antología” y ha tenido que salir huyendo del ruedo. El cree que puede ser candidato presidencial porque el líder de masas e ídolo de multitudes le debe algunos favorcitos.
Ricardo Monreal parece ser torero, tiene mucha experiencia política; escucha, dialoga, polemiza, y en ocasiones se ha enfrentado al patrón; pero el juez de plaza y autoridad superior en el coso, no le ha dado la oportunidad de tomar la alternativa.
Por lo pronto, la próxima semana y las que siguen vamos a presenciar un espectáculo inédito, picante, divertido, el de las “corcholatas” presidenciales de Morena que pretenderán convencer al respetable de que pueden llegar a ser toreros y candidatos.
López Obrador presume que las reglas que elaboró para la competencia por la candidatura presidencial del 2024 de su partido son parte de la democracia; “hecho histórico”, lo califica, pero no es verdad. Lo cierto es, como decíamos en nuestro comentario de ayer, es que revivió la tradición del “dedazo” que canceló el presidente Ernesto Zedillo en el año 2000, cuando decidió “echar al PRI de Los Pinos”.
@LuisSotoAgenda
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