Entre líneas
Apenas se comenzó a vacunar contra la pandemia y nuestros políticos ya había cambiado su chip humanista por el electoral, que finalmente es del que comen. En este escenario los muertos no ocupan sitio pero ocupan memoria. El problema, que se junta con los que anteriormente no hemos sabido solucionar, es dónde ponerlos. Pero mientras existe un amplio margen para seguir tirándose las piedras a la cabeza. La última que me parece de extrema gravedad es la que ha tirado el periodista Héctor de Mauleón que anunció a bombo y platillo que tenía en su poder un documento confidencial de la embajada de USA en el que el embajador Ken Salazar informaba a la DEA de presuntas reuniones de algunos morenistas con el senador petista José Narro para pedir financiamiento al narco para las elecciones del estado de México con lo que, según el informador, se demostraba la relación envenenada del partido en el poder con el crimen organizado. El mismo lunes pasado en que se conoció lo anterior el embajador de Estados Unidos, Salazar, desmentía la veracidad del documento y lo calificaba como abiertamente falso. Se admiten apuestas sobre la que será la verdadera jugada de Mauleón: el destino de sus misiles no parece ser el Presidente AMLO, que parece a salvo. De este asunto de la supuesta complicidad del narco con el partido vino tinto, hasta ahora todo lo que se conoce son dichos, pero pruebas lo que se dice pruebas no hay ni una de nada. “Solidas especulaciones” si hay pero no sirven nada más que como materia para chismear en los bares o en las tertulias de café. En esas las acusaciones a una clase política son como un barco sin timón. Se busca un puerto seguro, pero no hay ninguno porque todos, como dice el poeta, están “entre las olas, solos y entre las velas desvelados”. La cosa ahora es llegar hasta septiembre del 2023 cuando, ya se ha dicho desde donde había que decirlo, se definirá al candidato a la presidencia de la República y de ahí se desprenderán los que competirán por gubernaturas, diputaciones federales, locales y senadurías. Lo que se asegura es que en la cocina del poder han pactado que los que no sean beneficiarios de la candidatura a la Presidencia pueden pedir alguna o algunas prerrogativas en las que puedan colocar a sus colaboradores. Por ejemplo la gubernatura de su estado natal. Y en ese entendido pueden comprenderse con mayor claridad sonoros desmarques que recomiendan prudencia en las cuentas alegres y en los cantos de sirenas. Lo que es seguro es que a partir de finales del año que viene, en política van a pasar muchas cosas nuevas. Tan nuevas que nos la hemos visto nunca. Habrá que seguir muy de cerca, más aún, todas las señales que nos envía el Presidente y el que mejor sepa leerlas será el que tenga el futuro más promisorio.
Nos estamos interrogando sobre cuál será el sentido de la vida. Ya Albert Einstein, al que no hay que suponer menos curioso que nuestros políticos, se hizo la misma pregunta y respondió que “vivimos para los otros” y se sospecha que así seguirán hasta el 2024, los que no nos dejan vivir en paz. Y los que son profesionales de la política y no han llegado a ella por hambre, saben que ningún amigo es superior a un buen cómplice y desean corregir la situación favoreciendo a todos los desiguales, para que ninguno proteste. ¿Dónde está el sitio más adecuado para seguir salvando a los que ya están a salvo? Lo que los optimistas llaman “la dieta financiera” parece que está dando buenos resultados, pero no hay que fiarse de las básculas hasta que no salga el letrero que nos recomienda “pesarse de uno en uno”. Los políticos de todos los signos no han aprendido a vivir sin nombrarse cada día a sus muertos. Y para salir del atolladero en que se han metido se envían mensajes todos los días y el telegrama es siempre el mismo: “Y tu más”.
La Biblia dice que no es prudente vivir más de 70 años, pero su advertencia debiera ser más corta. Lo que no es prudente es vivir, aunque sea una experiencia única. En algo hay que distraerse y algunos habitantes de este gran país, en el extrarradio de millones de galaxias, quieren adelantar los calendarios para que no haya que esperar tanto entre unas elecciones y otras para decepcionarse.
Y mientras se acercan las elecciones se reparten hasta las mordidas, por eso crecen más los descontentos que se quedan con la boca abierta. En los ayuntamientos no se libra casi nadie, ya que un golfo hace ciento, pero los testigos del impúdico banquete están hartos, mientras otros se hartan de comer. En el fondo todos tenemos vocación de comensales, aunque a algunos nos impida cumplirla nuestras convicciones, que quizá sean pocas, pero firmes. Para una vez que se vive no vale la pena sacrificarlo todo para vivir mejor que el de enfrente. Debemos acostumbrarnos a comer nuestro pan y a beber nuestra ginebra con el sudor de nuestra frente y no con el sudor de los de enfrente. Visto desde el puente no puede hacerse uno más que una idea aproximada del curso del río y del curso de los acontecimientos.