Mientras la legión de imbéciles, como bien los llamó Umberto Ecco, continúan con sus banderitas azules y amarillas en sus perfiles de internet, Ucrania terminará de la misma forma que Afganistán, Siria o Iraq; convertida en un basurero. Zelensky vendió a su pueblo por cochino dinero. Eso pasa cuando pones a un payaso necesitado de atención a decidir el futuro de tu pueblo. Habría que tomar nota.
Para los ucranianos ya es muy tarde. Fuerzas rusas lanzaron la madrugada de este jueves otra ronda de misiles y drones explosivos contra varias zonas de Ucrania, en especial, Kiev. El alcalde (de lo que queda) de la capital había dicho antes que una persona había muerto por ataques rusos en esa ciudad en lo que va del año. Ahora son otras once víctimas, y contando. Los ataques siguen el patrón reciente de Rusia de lanzar grandes andanadas cada dos semanas, aproximadamente. Pero esta vez llegaron al día siguiente de que Estados Unidos subieran la apuesta tras 11 meses de guerra y enviara tanques de combate para que se agudizara la masacre. Ese ha sido el modus operandi del Partido Demócrata desde hace varias décadas: ellos ponen las armas, y el otro país pone los muertos. Ese es el negocio, socio.
La guerra en Ucrania ha entrado en una nueva fase, más mortífera y decisiva, y el hombre que puede detenerla, Vladimir Putin, no ha dado muestras de que quiera a hacerlo. En esta guerra, el ruso no solo se juega un pedazo de tierra, se juega su legado en la historia. Se dice que en estos momentos ambas partes se están preparando para lanzar una nueva y feroz ronda de ofensivas para la primavera de este año. Por su parte, Rusia ha movilizado a 300 mil nuevos soldados para entrar en combate, y algunas fábricas de armas están trabajando día y noche. Al mismo tiempo, los proveedores de armas occidentales de Ucrania están reforzando el arsenal de Kiev con sistemas de blindaje y defensa antiaérea que hasta hace poco eran reacios a desplegar contra Rusia, por temor a que este conflicto derivara en una guerra total entre el este y occidente. Por eso, los amantes del negocio de la guerra esperan que las armas occidentales sean decisivas, y que le den a Ucrania una mejor oportunidad de neutralizar una ofensiva de los rusos y hacerlos retroceder. Hasta dónde retrocedan ya es otra cuestión.
Mientras más dure la guerra y más se endeude Ucrania, más dinero entra a las cuentas de estos cerdos. Después de todo, alguien tendrá que “reconstruir” el país, y qué mejor que sean compañías americanas, muchas de estas cabilderas de la muerte. Neoliberalismo puro, a nadie debería sorprenderle.
El expresidente republicano, Donald Trump, cuestionó el envío de más armas a Ucrania, y consideró que el paso siguiente será una escalada nuclear: “Primero vienen los tanques, luego las armas nucleares”, señaló en su perfil oficial de Truth Social, su propia red social, mientras el presidente Demócrata, Joe Biden, despacha más tanques y misiles a Kiev. Esa es la verdadera cara de la podredumbre del poder económico que secuestró al Partido Demócrata desde la década de los 90, y hoy gobierna el imperio más grande que el mundo ha visto jamás.
Los medios sin escrúpulos han querido vender esta guerra como la gran batalla entre el bien y el mal, entre una dictadura y una democracia, pero ¿qué no se supone que las democracias se diferencian de las autocracias en que las primeras sirven a la ciudadanía y las segundas sirven a sus élites? El mundo al revés.
La buena noticia es que cada día estamos más cerca del final, cualquiera que este sea.