No se habla de otra cosa. En el estado de Nuevo León hay un tema que prácticamente ha monopolizado las conversaciones de todos los guapos de todos los estratos sociales: el nacimiento de la hija del gobernador. Y es que el pasado 10 de marzo, a las 3:52 horas, finalmente se despidió del cordón umbilical la primogénita del mandatario neolonés Samuel García Sepúlveda, de 35 años de edad, y su esposa, la influencer Mariana Rodríguez Cantú, de 27.
La bebé se llama Mariel, el acrónimo de Mariana + Samuel. Llegó al mundo en la tierra de la machaca con huevo, al interior de un hospital privado súper tú las traes, a donde se dieron cita los papás y hermanos –tanto de Samuel como de Mariana– para darle la bienvenida a la heredera que, antes de poder abrir los ojos al mundo, ya era viral en las redes sociales con sus primeras fotos y videos compartidos por su mamá y su papá.
Los guapos sabemos que la llegada de la primera hija de los García Rodríguez ha sido más anunciada que los tamales oaxaqueños que se venden con altavoz, sobre una bicicleta, en las calles de la Ciudad de México. Que si el ultrasonido, a través de una imagen en su teléfono móvil, para gritarle al mundo que pronto serían 3; que si el evento para aventar al aire humo de color rosa y anunciar que la bebé era niña; que si las fotos de Mariana reflejada en el espejo mostrando día con día el crecimiento de su panza; que si el cuarto de la bebé decorado con interiorismo arquitectónico de revista; que si la noche previa al nacimiento de la niña el papá estaba todo nervioso; que si la carita llena de restos de placenta de la niña recién nacida…
Sinceramente yo no recuerdo un caso similar al de Mariel García Rodríguez en toda la historia de la crónica visual de las familias políticas de México. El de la “princesa regia” –como le llaman sus familiares– no sólo es único, sino que representa un parteaguas sobre el uso de la imagen y la vida de los niños y las niñas, en las redes sociales, con fines electorales. Ahí hay un tema de tesis (lo escribo son ironía). El que considere que el exhibicionismo de Mariana y Samuel se sostiene sólo en su vanidad, peca de ingenuo. La ruta en la Power Couple está trazada con el destino último de la Presidencia de México.
Por lo tanto, la llegada de Mariel permitirá circular, sin baches, por la amplía y bien asfaltada carretera del periodismo rosa o el periodismo del corazón, el que humaniza a los personajes públicos y le quita lo demoniaco a los políticos. Tras su arribo, las historias sobre su bautizo, primera comunión, padrinos (al cierre de esta columna Samuel dijo que quiere de compadre a Elon Musk), primer cumpleaños, etc., correrán a kilómetros de distancia por las revistas impresas y las plataformas digitales de los medios de comunicación. El nombre de Mariana y Samuel logrará mayor posicionamiento fuera de Nuevo León y alcanzará en otros estados el eco que trae consigo la llegada de un nuevo bebé.
Todo esto suena muy bonito, casi como poesía, pero como diría el clásico: “Uno como quiera, pero ¿y las criaturas?” ¿Quién pondrá un límite a la exposición mediática de una recién nacida de quien, se sabe, sus padres no conocen límites? ¿Hasta dónde deben hacer partícipe a su hija de su estrategia de comunicación política? ¿Cuál es la frontera que no se debe de cruzar?
Yo no digo que esta bebé no sea deseada primeramente desde el genuino deseo maternal y paternal, pero el deseo inmediato es sumarla a una familia que apuesta todo lo que tiene para alcanzar el máximo escaño del poder político de nuestro país. Que Mariana quiere ser primera dama de México, eso lo ha dicho, en corto, incluso a mi marido; Que Samuel quiere ser Presidente también lo ha hecho público, aunque luego luego se volviera “a tapar”.
La llegada de Mariel, en el primer orden de ideas, debe ser motivo de celebración. Y de inmediato, la misma llegada de Mariel debe de abrir paso a la reflexión sobre si su papá y su mamá tienen el derecho a utilizar su imagen con fines electorales. Ya sabemos que la línea que divide lo orgánico de lo ilegal es una frontera que conocen muy bien Mariana y Samuel. Incluso que han ganado esa batalla. Por lo tanto, considero urgente esa discusión, sobre todo porque Mariana es un modelo a seguir de algunas jóvenes próximas a ser madres y porque Samuel –aunque Usted no lo crea– también es “un ejemplo” para otros jóvenes que aspiran a incursionar en la política.
El hambre insaciable por devorar la vida de los famosos o poderosos no tiene límites. El exhibicionismo de los protagonistas siempre va a más. Es un círculo vicioso del que pocas personas logran salir invictas y, cuando lo hacen, o es demasiado tarde o la sociedad y los medios de comunicación no les permiten jugar al “antes sí, pero ahora no”. Alguien siempre cobra esas facturas.
De los arrepentidos está lleno el reino de la política. Si no me creen, pregúntenle al propio presidente Andrés Manuel López Obrador que, durante la campaña presidencial de 2012, en los spots para la televisión del PRD, aparecía con su hijo Jesús Ernesto, siendo un niño, sentado en sus piernas, mientras AMLO die: “para que todos los niños de México puedan crecer protegidos y felices”. En la campaña de 2018 también mostró a su hijo Jesús Ernesto, en varias ocasiones, por ejemplo, cuando Javier Alatorre entrevistó al candidato en su casa de Tlalpan. En el noticiero nocturno, apareció el menor. Al hacerlo público, formando parte de un promocional o una campaña, el propio candidato vulneró la protección de la identidad y de la seguridad de su hijo que, ahora como Presidente de México, pide que no sea vulnerada. Que no se metan con su hijo, pues.
No es un secreto para nadie. Los derechos de los niños, de las niñas y los adolescentes, que forman parte de familias políticas, son eclipsados por sus propios padres. Sobre todo en época electoral, donde los candidatos están dispuestos prácticamente a todo con tal de ganar votos que los lleven a ocupar la Presidencia de la República.
Finalmente, en Nuevo León ha nacido Mariel. Y con ella viene la verdadera campaña de Samuel García rumbo a la Presidencia de México. La hija del político nos permitirá ser espectadores de la faceta de papá del servidor público. Y eso, tiene mucho capital político. Sólo espero que los orquestadores de esta sobredosis de Mariel estén plenamente conscientes que la política, como la mafia, difícilmente tiene vuelta atrás.
Twitter: @betotavira
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