“La mejor venganza es ser diferente de quien nos causó el daño”
Marco Aurelio
Te trataron mal, y algo dentro de ti te pide tratar de la misma forma y pagar con la misma moneda. Las formas de vengarte son infinitas. El diccionario de la Real Academia de la Lengua, define a la venganza como “la satisfacción que se toma del agravio o daño recibidos”. Sin embargo, la venganza, lejos de traernos una recompensa momentánea satisfactoria, nos arrojará un resultado negativo, que tarde o temprano profundizará el agravio recibido.
De la misma forma en que tender la mano al otro, es una forma de sentirnos bien, el dañar al otro, es una forma de dañarnos a nosotros mismos. Y justamente esto es lo que han hecho grandes figuras, que siendo profundamente lastimados por el otro, han respondido de manera que pudiera parecernos increíble, con comprensión, ayuda y empatía. Ayudar al otro es una forma de ayudarnos.
Marco Aurelio sostenía que los seres humanos somos parte de un todo, donde los elementos se encuentran interconectados, como las abejas en una misma colmena. Especialistas sostienen que nacemos siendo altruistas, con una vocación natural de tender la mano al otro, que poco a poco se va perdiendo con las experiencias que se viven, convirtiéndonos en seres más egoístas.
Ayudar al otro significa compartir lo poco o mucho con lo que se cuenta (pudiendo ser elementos tangibles o intangibles), con aquellos que se encuentran en peores circunstancias que nosotros. Una palabra de aliento y una sonrisa pueden salvar una vida.
Al ayudar al otro, siempre nos veremos beneficiados; ya sea con la simple satisfacción inmediata que produce el saberse útil para los demás, hasta el aprendizaje que puede otorgarnos participar de la solución de un problema sin ser protagonistas o víctimas directas. Probablemente el beneficio más valioso de ayudar, de servir, sea la construcción de relaciones interpersonales sólidas, con desconocidos, que nos permiten desarrollarnos en todo sentido.
Algunas voces acreditadas sostienen que es necesario estar bien nosotros mismos para poder ayudar al prójimo. Considero que esta idea no es del todo correcta. Es más, si me apresuran, es justamente esta premisa la que me permite desarrollar la siguiente idea. Es difícil vivir a plenitud. Todos tenemos algún tipo o nivel de problema o agobio. Cuando centramos nuestra atención en nuestros problemas, solemos ensimismarnos y el agobio se incrementa. Pero, ¿qué pasa cuando volteamos nuestros ojos a los problemas de quien está a nuestro lado en la búsqueda de ayudar? Inmediatamente la dimensión de nuestros problemas se rectifica, virar nuestra atención permite que nuestra mente descanse, se oxigene, y en la acción de auxiliar a aquel que luce más desprotegido, el beneficio se presenta de inmediato, incrementando nuestra sensibilidad y ensanchando nuestra gratitud.
Siempre es necesario ayudar. Me gusta recordar aquella frase que suelen decir los integrantes de la Cruz Roja Mexicana: “nadie es tan pobre que no pueda donar al menos unos centavos, ni tan rico que no pueda en alguna circunstancia requerir ayuda”. Todos podemos servir al prójimo y ello, lo beneficia a él y nos beneficia a nosotros.
Pensarnos parte de un todo, interconectados, será siempre mucho mejor, que pensarnos aislados. El individualismo y el egoísmo mucho daño han hecho en nuestras comunidades.
Por último y no menos importante, sin contradecir lo anteriormente expuesto, sino como una manera de refrendar los vínculos sociales existentes y las interacciones que los caracterizan, cobra relevancia ayudarnos a nosotros, para de esa forma estar en mayor capacidad de ayudar al prójimo. La paciencia, la inteligencia, la salud y la suficiencia, son elementos que nos colocan en una mejor posición para ayudar a quienes más lo necesitan.
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