Recordará usted que, a principios de diciembre del año pasado, la oposición se logró imponer a la reforma constitucional que buscaba eliminar el Instituto Nacional Electoral para convertirlo en una institución prácticamente dependiente de la Secretaría de Gobernación.
Ese fracaso obligó al Presidente Andrés Manuel López Obrador a crear lo que se llama “El plan B”, consistente en una serie de reformas a leyes secundarías que permitirían, a decir de los legisladores de MORENA, generar ahorros al erario y a su vez, “consolidar una verdadera democracia”.
El plan de López Obrador es sencillo: regresar al esquema electoral que regía en los 70, donde el órgano electoral dependía del Gobierno en turno y garantizar así, su estancia en el poder.
Sin embargo, lo que ocurre en México no es un fenómeno aislado. Hoy en día los regímenes democráticos enfrentan un nuevo desafío.
A diferencia de los riesgos que enfrentaba la democracia en la época de los años 80 y 90, donde los golpes militares encabezados por personajes que soñaban convertirse en dictadores, hoy el enemigo viene desde el interior del propio régimen democrático.
Hoy quienes han llegado al poder mediante esquemas democráticos consolidados –aunque siempre perfectibles– son los principales socavadores de la propia democracia que ellos ayudaron a construir mientras eran oposición, y por la cual lograron convertirse en gobierno.
Ejemplos tenemos muchos, Bolsonaro en Brasil y Donald Trump en Estados Unidos, han logrado llegar a la escala máxima del poder político de sus países, y una vez llegando al poder, buscar destruir la escalera democrática que les permitió llegar a esos niveles.
Andrés Manuel es un ejemplo más de esa tendencia.
Durante su vida política como opositor, López Obrador se quejó del sistema electoral priísta basado en el famoso “dedazo”, donde el sistema electoral dependía del propio poder ejecutivo.
Durante su militancia en el Partido de la Revolución Democrática y posteriormente con la fundación de su propio movimiento (MORENA), Andrés Manuel impulso diversas reformas que permitieron mayor fiscalización a campañas electorales, e incluso, sus aliados votaron a favor de la reforma constitucional que prohibió la intromisión del Presidente de la República en la vida partidista y electoral.
El Instituto Nacional Electoral es la evolución de nuestro sistema democrático. Ha garantizado elecciones limpias que, aunque puedan ser impugnables, no han detonado en conflictos que generen inestabilidad política.
El INE ha ido cumpliendo con su objetivo: garantizar el voto libre y secreto. Ese voto que llevó a MORENA al poder.
Hoy ese derecho al voto libre y secreto se ha convertido es un peligro para Andrés Manuel y MORENA.
Durante varios años, Andrés Manuel utilizó los instrumentos que la democracia le proporcionaba para poder cumplir su mayor meta: ser Presidente de México. Tras su derrota en las elecciones de 2006, y después de exigir su famoso “voto por voto, casilla por casilla”, fue el propio instituto electoral quien accedió a ese conteo y demostró, “voto por voto”, que la ciudadanía no había elegido a Andrés Manuel como su presidente.
Doce años más tarde, las reglas democráticas establecidas mediante diversas negociaciones entre los grupos políticos, y que fueron propuestas en su mayoría desde la oposición, a la cual pertenecía Andrés Manuel y sus aliados –con excepción del PVEM, quien siempre vende sus votos al poder– MORENA y López Obrador consiguieron la Presidencia de la República.
La escalera democrática demostró una vez más que funciona y muy bien.
Aquí la paradoja: ahora como gobierno, Andrés Manuel se queja de la escalera democrática que le permitió llegar a la Presidencia, hoy el enemigo de la democracia es quien más ha vivido de ella.
Hoy MORENA está a un paso de aprobar el denominado Plan B, el cuál busca dinamitar la escalera de acceso al poder público mediante el voto libre y secreto, hoy ya que Andrés y sus aliados se encuentran en la cima política, no quieren que nadie más llegue.
P.D. Hoy bajo la óptica “liberal” de Andrés Manuel, Barttlet es un verdadero demócrata y Cuauhtémoc Cárdenas es un aliado de la oligarquía. Así las cosas.