La estructura económica de México descansa sobre un modelo de capitalismo por subdesarrollo (Ramón Eduardo Ruiz) que afecta profundamente a las clases medias, particularmente las que radican en los centros urbanos. A lo largo de la historia nacional este sector, ambiguo, ha carecido de una condición positiva para su ampliación.
Para 2020, aproximadamente el 42.6% de la población en México pertenecía a la llamada clase media, misma que según la OCDE posee características como tener un ingreso de aproximadamente $20,000.00 al mes por familia de 4 integrantes. Sin embargo, Viri Ríos (No, no eres clase media, New York Times, 6 de julio de 2020) aclara la situación: la familia de clase media, de cuatro integrantes, debería percibir $64,000.00 mensuales, lo que reduce su población al 12%. La diferencia tan sólo en el ingreso marca una distancia en términos de alimentación, calidad de la educación, acceso a seguridad social, posibilidad de ahorro, etc., que otorgan capacidad crítica y de autonomía. Ya ni se diga observar los estudios de Luis Rubio o las opiniones de Ernesto Cordero porque la depresión seismilera o diezmilera es indicativa de que la clase media sólo tiene como característica vivir a puro dolor.
Independientemente de características como el ingreso, quienes se auto adscriben a la clase media considerando su nivel de estudios o su acceso a un empleo estable, constituyen un sector severamente castigado por los extremos. Paradójicamente, aun cuando posee notable capacidad para contribuir al proceso de modernización, representa el estamento más despreciado, económicamente y, sobre todo, en una forma simbólica. Despreciado, malquerido y, sobre todo, ridiculizado por la cultura mexicana.
Frente a ellos, populismo y colonialismo van del a mano. Por esa razón, la marcha en defensa del INE constituye una gran estafa y puede observarse como una escaramuza de los principales beneficiarios de la estructura neoliberal en las últimas décadas; o bien, como señuelo para presionar al gobierno. Habría que preguntarles a los auténticos patrocinadores de la marcha, ¿Qué les importa más? ¿Tesla o INE? Y su respuesta ya está manifestándose en las conductas recientes de Movimiento Ciudadano -retomando los sueños guajiros clasemedieros-. ¡¿Ahora resulta que ser cívico en el país consiste en defender a los Moreira y al Grupo Atlacomulco?! Gabriel Careaga exhibía la incapacidad de la clase media para aproximarse y reconocer al México verdadero, ni duda cabe, merecen que los siga gobernando el PRI.
La clase media mexicana no tiene la burguesía que se merece, ni el estado, ni el gobierno, ni la religión que necesita. La clase media ha sido la más golpeada con el modelo neoliberal, se empobrece a cada instante; pero no sabe ser pobre. Históricamente, el país permanecerá atado a los Estados Unidos y la clase media estará condenada a convertirse en el cebo de los poderes fácticos, los sectores intermedios tienen un nivel educativo o habilidades sociales que simplemente no valoran los extremos económicos del país ni las potencias imperialistas que lo dominan, son un delgado jamón que oprimen los poderosos panes de la marginalidad y la oligarquía. La clase media ni siquiera tiene capital social. Formar parte de la clase media en el barroquismo latinoamericano implica recibir un beso del diablo.
El gobierno de AMLO aun cuenta con el apoyo de la gran masa popular. Lo que pudo observarse con la concentración para defender al INE, podría ser la estrategia del grupo conservador actuando con las mismas estrategias que la izquierda para conseguir el apoyo electoral nada despreciable que la estrategia de mercadotecnia y neuromarketing le permitan conseguir, es decir, alcanzar un porcentaje rentable en votos de la población general para competir contra Morena y luego mandar al infierno a la clase media, como lo ha hecho siempre. ¿No es la sociedad cristiana perfecta, del nacionalismo católico una sociedad corporativizada?, ¿acaso el sector neoliberal dejó de implementar el uso electoral de la Secretaría de Desarrollo Social?, y, ¿por qué el INE no lo impidió?
La clase media no es prioridad para nadie y eso es una verdadera tragedia, porque también constituye el sector con mayor vulnerabilidad. La economía informal beneficia a los extremos sociales; aun la geopolítica beneficia a estos extremos. La clase media, por su parte, recibió un beso del demonio para el caso latinoamericano, donde no encuentra un lugar para crecer y desarrollarse. ¿Llegará el día en que la clase media decida transformarse en su propia vanguardia y dar la espalda a sus opresores? Quizá entonces las cosas comiencen a cambiar. Mientras tanto es una minoría insignificante de fieles creyentes en los valores occidentales que tienen la mala suerte de no comprender la crudeza del realismo político que retumba en la política mexicana.
Pablo Gonzalez Casanova entendió hace mucho que la democracia en México no depende de organismos fachada como el INE/IFE, la construcción y verdadera consolidación democrática depende de la liberalización de los organismos colectivos y espacios públicos, es decir, en la construcción de una democracia corporativista o participativa. La clase media mexicana es un estrecho jamón aplastado por dos gigantes panes: la república de los parias y la república de los catrines, de ahí que incluso para avezados cientos como Macario Schettino y Luis Rubio, resulte imposible definir las características materiales clasemedieras y terminen por aceptar una definición comprehensivista: a la clase media se ingresa por autoadscripción. El antiliberalismo es el verdadero adn de la sociedad mexicana, este debe ser el punto de partida para marchar por la democracia en México. Se han hecho elecciones en el país mucho antes de la existencia del INE, no se necesita más, ni ha cumplido con su principal labor que era desarrollar una cultura cívica, liberal y democrática; mientras no reconozca ese fracaso, el significado de las marchas en su defensa es una mentira y un abuso cruel contra las ingenuas y fieles creyentes clases medias.
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