Un príncipe sabio debe pensar un modo por el cual sus ciudadanos siempre y en todo tiempo, tengan necesidad del Estado y de él
El Príncipe
En México hay de empresarios a empresarios. En la élite económica hay diferencias de clase, desigualdades, distancias. Podemos observarlos en función de su relación con el poder.
La mayoría de los mexicanos y de una que otra mexicana que figuran como los más ricos del país han logrado su fortuna con mucho trabajo, con talento, pero, sobre todo, con una relación privilegiada con el poder político, porque su riqueza proviene de concesiones del Estado o por ser sus proveedores. Convencieron a quién estaba en el gobierno, por las buenas o por las mejores, de que se les concediera la gestión de un recurso de la nación que requiere de inversión para ser explotado. Una decisión así, se ha formulado históricamente en México por tres razones: 1. Ideológica, el Estado no debe ser empresario ni para gestionar bienes o servicios públicos; 2. De arreglo de intereses, se le concede al mejor postor o al más amigo o al más amigo por ser mejor postor (en dónde postor no necesariamente es lo que más conviene al Estado, sino al decisor; 3. El pez grande se come al chico.
Carlos Slim, por ejemplo, sagaz empresario que sabe comprar barato en las crisis, conocido por su tacañería, astucia y buena prensa. Ha llegado a ser el top 1 de los mexicanos adinerados en el ranking mundial. En época de Salinas de Gortari, quien le entregó la concesión de la telefonía, se decía que Telmex se iba a llamar Carlos & Charlie´s… Se ufana de que no hay mexicano o mexicana que no gaste diariamente en una de sus empresas. El mayor de sus éxitos ha sido que preparó a sus hijos y a su yerno para sucederlo al frente de sus empresas.
Un caso vergonzante es el de Ricardo Salinas Pliego. Es un pobre rico. Es tan rico, como su pobreza moral e intelectual y su ausencia de buen gusto. Alguien con tanta capacidad para generar riqueza que se divierte y dedica parte de su tiempo a insultar a una senadora y dirigente partidista, por su aspecto físico; que se regocija de su racismo, de su clasismo, del disfrute que le da la explotación laboral; alguien que les cobra el estacionamiento a sus trabajadores; alguien tan mezquino que utiliza a su hija para establecer vínculos de bajo nivel con el poder; alguien así, es un botón de muestra de la baja de la burguesía mexicana. No es honrado, ni siquiera se honra así mismo. No le interesa. Quiere ser el chico temido del barrio. Le basta ser amigo del presidente, pero en su equipo cercano saben que no respeta a AMLO, detesta sus políticas y ordena editorialmente que se ataquen, pero de lado, sin dar la cara, como en el caso de Cuba. En TV Azteca se cuestiona a la isla caribeña simultáneamente a los gestos de acercamiento de México.
El caso de German Larrea es aparte. Explotador también de concesiones mineras y ferroviarias, ha formado parte de la élite empresarial mexicana más arrogante.
Una diferencia entre Slim y Larrea es que, al primero, se le cayó una tramo de la Línea 12 del Metro y, de inmediato, en acuerdo con AMLO, se ocupó de la indemnización de las víctimas y de la reparación de la infraestructura afectada.
En cambio, el dueño de Grupo México y, posiblemente, próximo dueño de Banamex, evade su responsabilidad en los accidentes de las minas, o en la contaminación acuífera de Sonora. Se ha sabido tan poderoso que dejó colgado de la brocha el proyecto del Tren Maya, del cual era uno de los contratistas.
Ahora, el presidente López Obrador publicó un decreto que dio acompañamiento jurídico a la ocupación, por parte de la Marina mexicana, del tramo ferroviario entre Coatzacoalcos y Medias Aguas. En tres años de negociaciones entre el gobierno mexicano y el Grupo México de Larrea, no fue posible obtener un acuerdo. El empresario pidió una cifra mil millonaria por permitir que el tramo sirviera al tren transístmico o construir una vía paralela en la que se cobraría a lo chino, tomando de los recursos que normalmente debe destinar a pagar el uso de la concesión. Parecía una burla o, al menos, así lo tomó el presidente.
Un problema de los políticos mexicanos que usaron la esfera de su decisión para favorecer al empresariado y, con ello, para favorecerse a sí mismos de las concesiones, ha sido su conversión en vasallos.
La decisión de López Obrador es una decisión de poder, desde el poder. No fue el vasallo apabullado. Manda una señal a los inversionistas nacionales y extranjeros, una señal positiva para el Estado mexicano. Se puede negociar, como hizo Iberdrola, o se puede sentir el frío el poder del Estado.
En este contexto, ¿algún empresario se va a atrever a entorpecer la sucesión presidencial?
Un libro, una serie, un podcast:
Libro: Las elecciones presidenciales en México: desde la hegemonía al pluralismo (El Colegio de México) Reynaldo Yunuen Ortega Ruiz. Se analiza la transformación política del país con sus fases de democratización y desdemocratización.
Serie: Con luz propia. (Netflix) Edición especial de la entrevista que le hace Oprah Winfrey a Michelle Obama con el pretexto de la aparición de su segundo libro, en una conversación en la que se dicen cosas….
Podcast: Historias de las buenas (Spotify). Nuria Pérez nos comparte historias breves sobre personas que desafían su destino.
@KoldoHerria
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