El mecanismo de sucesión presidencial que había venido operando con eficacia desde 1833 terminó su largo ciclo en 1994: el presidente saliente de la república, Carlos Salinas de Gortari, no pudo poner a su sucesor; o él u otros grupos de poder o la adversidad impidieron que el candidato preparado desde la presidencia para sucederlo fuera Luis Donaldo Colosio. Aunque el suplente fue candidato del PRI y ganó las elecciones, la continuidad sexenal se interrumpió con la ruptura de Zedillo con el PRI, la persecución penal contra los Salinas de Gortari y la victoria del candidato presidencial del PAN en el 2000.
El proceso de sucesión presidencial había tenido dos momentos de ruptura, pero fueron circunstancias a posteriori: el presidente Luis Echeverría Álvarez rompió con su antecesor Gustavo Díaz Ordaz y el presidente José López Portillo se distanció de Echeverría; sin embargo, fueron rupturas pactadas, tensa la primera pero sin romper acuerdos institucionales, pactada la segunda. De todos modos, Echeverría fue el candidato escogido por Díaz Ordaz y López Portillo salió del dedazo echeverrista.
El 28 de noviembre de 1993 Salinas de Gortari decidió la candidatura presidencial de Colosio, pero las circunstancias conspiraron contra esa nominación; Colosio fue asesinado el 23 de marzo de 1994, el candidato suplente fue Ernesto Zedillo Ponce de León y la crisis de estabilidad rompió los acuerdos del sistema político. Zedillo estaba en la segunda opción de Salinas, pero carecía de alguna dependencia directa porque Zedillo en realidad era el candidato del superasesor salinista Joseph-Marie Córdoba Montoya; además, Zedillo necesitaba romper con cualquier sombra de complicidad con Salinas por las sospechas sociales respecto a la autoría intelectual del asesinato de Colosio.
En este sentido, la nominación de Colosio, a pesar de darse en un escenario sucesorio abierto, fue el último dedazo del presidencialismo autoritario. Salinas jugó con seis precandidatos, pero tres de ellos –Emilio gamboa, Emilio Lozoya y Zedillo– eran de distracción; los tres más importantes en realidad eran dos: Colosio y Camacho, porque Pedro Aspe más bien fue el mensaje salinista hacia los mercados por el papel estabilizador de Aspe como secretario de Hacienda. Aspe parecía repetir el papel de José Yves Limantour en el porfirismo: sólo la señal de continuidad del proyecto económico; Aspe, como Limantour, repudiaba la forma de hacer política, y en el fondo sólo aspiraba a repetir en la Secretaría de Hacienda para salvar su legado: la reforma económica salinista.
Aunque tenía el control de su gabinete, Salinas dejó hacer y dejó pasar el activismo político de Camacho y el papel de Córdoba de administrador del salinismo económico. Luego de la nominación oficial de Colosio, Camacho se negó a aceptarlo y no acudió a la cargada para felicitar al ungido; sin embargo, Salinas utilizó el poder autoritario de la presidencia para someter a Camacho a un control institucional: lo hizo secretario de Relaciones Exteriores para mantenerlo alejado de la política interna, pero las circunstancias del país volvieron a jalar a Camacho a la agenda local por su papel como negociador de la paz en Chiapas con los guerrilleros zapatistas en declaración de guerra.
El asesinato de Colosio y la candidatura sustituta de emergencia de Zedillo terminaron con el papel central del presidente saliente de la república en el proceso de sucesión presidencial. En términos de Madero, la candidatura presidencial final de 1994 rompió el modelo de la sucesión, de herencia del poder dentro de una familia de poder. Como presidente de la república, Zedillo no pudo –aunque siempre quiso– poner candidato sucesor porque perdió el control del PRI y no tanto como derivación de 1994 sino porque desatendió su papel de jefe máximo del PRI en la asignación de candidaturas. Zedillo quiso como sucesores a Guillermo Ortiz Martínez o a José Ángel Gurría Treviño –de su equipo económico directo–, pero el PRI en la XVII asamblea nacional metió el candado institucional para exigir que todo candidato a presidente o a gobernador debiera de tener antes un cargo de elección popular.
Con Zedillo se confirmó que el presidente de la república volvía a perder la facultad política del sistema para designar a su sucesor y hacerlo ganar. Entre los precandidatos que compitieron en una elección interna cumpliendo los requisitos, Zedillo optó por apoyar a Francisco Labastida Ochoa pero no le dio el apoyo para ganar y en el 2000 se dio la primera alternancia partidista a la presidencia de la república. En el 2006 Roberto Madrazo Pintado utilizó su cargo de presidente nacional del PRI para hacerse de la candidatura, pero la fractura en grupos lo hizo perder las elecciones. Y sin un priísta en la presidencia, Enrique peña Nieto utilizó el poder económico y político de la gubernatura del Estado de México para posicionarse en las encuestas y su nominación respondió al fracaso del PAN en la presidencia.Desde 1994 el PRI perdió el modelo de sucesión presidencial.
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