En el gabinete se formaron en realidad sólo dos grupos: el salinista comandado por Córdoba y al que pertenecían Colosio (desde el PRI) y Zedillo y Camacho como el llanero solitario contra todos. En los hechos, Camacho no fue nunca antisalinista; en realidad, su alejamiento del salinismo económico radicaba en la elaboración de escenarios políticos y en el diseño de un modelo de transición a prácticas democráticas. Sin embargo, la inflexibilidad neoliberal del modelo económico desdeñó desde su origen cualquier reforma política y el salinismo se redujo a una salinastroika –reforma económica estructural– sin priisnot –negativa a reorganización del PRI–. Los choques en el gabinete se potenciaban por el carácter a veces inflexible de Camacho, un politólogo de El Colegio de México con estudios de economía en la UNAM una generación anterior a la de Salinas.
Colosio se incorporó al gabinete presidencial en 1992 cuando pasó de la presidencia del PRI a la recién creada Secretaría de Desarrollo Social, anteriormente Secretaría de Programación y Presupuesto. La nueva dependencia era la niña de los ojos de Salinas porque eliminaba el enfoque presupuestalista del equilibrio en el gasto a una política social reducida a los más pobres a través de la propuesta central del salinismo: el Programa Nacional de Solidaridad, un esquema de coparticipación gobierno-grupos sociales. Pero había un escenario oculto: el Pronasol creó comités especiales en la sociedad que fueron sustituyendo en los hechos a los seccionales del PRI, con el apoyo y el aval de Colosio. Por eso fue natural el tránsito de Colosio del PRI a Desarrollo Social, con un detalle poco comprendido y que se mantiene a la fecha: el anagrama de la Secretaría de Desarrollo Social era Sedeso pero en los hechos se popularizó como Sedesol, con una ele (L) que debía leerse como Secretaría de Solidaridad; algunos columnistas políticos se percataron de ese detalle y lo difundieron, pero sin generar ninguna reacción en el PRI o en el gobierno.
En 1992 se perfiló ya el panorama sucesorio de Salinas con los perfiles de sus preferidos: Camacho era el político, Aspe el economista y Colosio el de solidaridad. Ya en ese año, después de las elecciones intermedias de 1991 en las que el PRI de Salinas (Colosio en lo nacional y Camacho en el DF) había recuperado lo perdido en 1988, bastante por el activismo presidencial y su Pronasol pero también por el hecho de que el Frente Democrático Nacional de 1988 se había decantado con el PRD naciendo de las cenizas del Partido Comunista Mexicano pero con cuadros del PRI cardenista. La bancada del FDN de 1988 había ganado el 30% de los votos y tenía 137 legisladores, el 27.4% del total, pero el reacomodo en 1991 –sin cristalizar en alguna fusión del FDN– fragmentó la bancada a 41 diputados para el PRD (8,2%). El PRI había bajado en 1988 a 262 diputados (52.4% de la Cámara), pero se había recuperado en 1991 con 320 diputados (6% del total).
Salinas siempre tuvo la certeza de que su candidato sucesor sería Colosio, aunque jugó con las expectativas de Camacho. El error de Camacho fue no haber sabido leer el escenario político y confiarse en los pactos originales con Salinas de una sucesión continuidad –primero Salinas y luego Camacho–. Por eso Camacho no entendió los mensajes de la realidad, al grado de que el viernes 26 de noviembre se había ido a Cuernavaca a afinar su discurso de aceptación de la candidatura presidencial, cuando en el PRI todo estaba preparado para Colosio.
Los principios políticos de Salinas en la definición de su sucesión era la continuidad de su proyecto en tres puntos: personal, de grupo y de proyecto. Colosio cumplía con creces esos requerimientos: asumía a Salinas como líder, estaba sometido a los dictados de Córdoba y había hecho alianza con todo el gabinete salinista; Camacho, en cambio, había pecado de arrogancia al enfrentarse con todo el gabinete salinista, a pesar de los intentos de Colosio por llevar la fiesta en paz.