No obstante que el drama chileno se ha repetido en nuestra región, cada nación latinoamericana aprende a tratar con Mister Danger según las ventajas comparativas.
Recordar uno de los Golpes de Estado más simbólicos de la larga lista de intervencionismos dirigidos por la CIA y el Pentagonismo no es banal. Como Rubén Dario lo expresaba, sirve para recordar la fragilidad latinoamericana frente al imperialismo yanqui. Los Estados Unidos de Norteamérica profundizaron el colonialismo que el imperio español construyó, la mayor de las veces con el mismo apoyo de los peninsulares y sus criollos, así como de la Iglesia Católica. La ineptitud de la Hispanidad se complementa con el espíritu bucanero de los anglosajones para sumir a Latinoamérica en la pobreza, el subdesarrollo, la emigración y el narcotráfico.
No obstante que el drama chileno se ha repetido en nuestra región, cada nación latinoamericana aprende a tratar con Mister Danger según las ventajas comparativas.
Chile ha sido el bastión de una Modernidad Conservadora que puede significar la salida de las democracias delegativas y los estados cuasi fallidos; así como de las irracionales resistencias nacionalistas. ¿Permitirá el imperialismo yanqui que Chile se convierta en la referencia pedagógica de naciones medianas? Todo depende.
Salvador Allende cabe en las interpretaciones que Soledad Loaeza retrata en su obra sobre México: A la sombra de la superpotencia. Esto por referir a un autor de derechas. El otro lado lo ha establecido siempre: ningún gobierno latinoamericano que se oponga a los intereses de Estados Unidos sobrevive; aunque sea democrático.
Aunque el destino de Norteamérica y Latinoamérica es la integración, el imperialismo del liberalismo salvaje estadounidense hace todo lo necesario para evitarlo. México es el muro para contener la emigración que provoca el despojo y los abusos de su intervencionismo. Latinoamérica, como siempre, sigue subsidiando el expansionismo imperial.
La traición es el signo de los Estados Unidos, todo gobernante latinoamericano lo sabe. ¿Cuál debe ser el trato con un imperio que nunca apoyará el desarrollo democrático, el crecimiento económico y la paz de nuestro países? Norteamérica, como Roma, como todos los imperios, siempre emplea la diplomacia de la bomba atómica para conseguir el expolio. Nuestra condición, es exactamente lo que los Estados Unidos quieren. Siempre está el golpe de estado como remedio.
La conspiración de las derechas que instauró en Chile y España las dictaduras católicas del agrado estadounidense, no dejan de funcionar. El Pinochet y Franco de México han existido muchas veces, ahora se representan en Claudio X. González, Xóchitl Gálvez y sus secuaces. Una vez más. A veces se representó en Litempos como Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo, disfrazados de socialdemócratas.
Pobre Latinoamérica, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos.
El surgimiento de los BRICS y el triunfo de Rusia aseguran un debilitamiento del imperialismo yanqui. Sin embargo, los pivotes del tablero mundial siguen activos para fortalecer la economía imperial.
A México, como lo señalaba Fidel Castro, sólo le hacen falta las orejas de Mickey Mouse. El encierro con los gringos delimita un infierno que los inmigrantes y algunos centros urbanos del país comenzamos a conocer.
La coyuntura del multipolarismo y el fuego mexicano hacen unión también con la sucesión política en Estados Unidos. Norteamérica está al borde del caos. ¡Qué paradójico que para la fraternidad universal sea necesario el conflicto interno en Norteamérica!
No es posible la conformidad con el imperialismo norteamericano, a Salvador Allende han seguido varios casos de intervencionismo semejante o, incluso, peor. El multipolarismo coadyuva a que los países latinoamericanos, y probablemente el mundo, mantenga una etapa distinta de coexistencia. Las democracias mueren cuando Estados Unidos quiere, es algo que debe reconocerse y manifestarse. Norteamérica debe respetar la soberanía e independencia de los pueblos.
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