Las condiciones de la Guerra Fría incrementaron el poder de los Estados Unidos sobre México, aunque la hegemonía estaba dada desde el porfiriato, la dominación ha venido creciendo hasta llegar a una subordinación humillante en la época neoliberal.
Durante muchos años se han ido develando los mitos que constituyen el sistema político mexicano. En forma cronológica e inversa, una de las narrativas inútiles fue la que hacía referencia a la centralidad del sistema electoral en la transición democrática; ha quedado evidenciado por las mismas condiciones de la competencia partidista que esto constituye una falacia. Así como el mito electoral ha caído, vale la pena reflexionar acerca de otras cosas.
Hace algunos meses se presentó la obra de la politóloga Soledad Loaeza en la que analiza la influencia del imperialismo norteamericano en la configuración del poder presidencial de México. Las condiciones de la Guerra Fría incrementaron el poder de los Estados Unidos sobre México, aunque la hegemonía estaba dada desde el porfiriato, la dominación ha venido creciendo hasta llegar a una subordinación humillante en la época neoliberal.
La obra de Loaeza permite cuestionar el mito de la sucesión política en México. La diplomacia nuclear que usan los Estados Unidos por todos lados no ha sido la excepción en el caso mexicano; incluso, ahora, forma parte del discurso de campaña republicano. El acoso militar contra México por parte del imperialismo yanqui, ha sido -este sí- verdaderamente central en la determinación respecto de los personajes que constituyen la clase política así como el estamento oligárquico en nuestro país.
La misma dictadura del General Porfirio Díaz se estructuró bajo estas condiciones y luego siguió la dictablanda del PRI. Cuando ambas fueron no operativas para los objetivos del imperialismo, se les destronó o fueron remplazadas por mecanismos semejantes, pero al servicio de los norteamericanos.
Ahora, ¿el pluralismo democrático alternativo impuesto por Estados Unidos a México, ha sido funcional? Posteriormente se podrá brindar una respuesta tentativa a dicha cuestión. Resulta más significativo tratar de comprender cómo se ejercía la influencia en el sistema político mexicano.
José Luis Ceceña afirma que la principal preocupación de los Estados Unidos durante el régimen porfirista fue el beneficio capitalista.
La muestra histórica puede ser el golpe de Estado contra el presidente Madero por el mismo embajador Henry Lane Wilson. Más adelante, la principal característica del intervencionismo yanqui tuvo que ver con el anticomunismo.
Además de promover un régimen económico colonialista dependiente de Norteamérica, la ideología comunista se convirtió en el principal elemento vetado por el imperialismo. México se convirtió en un régimen anticomunista que resultó significativo para la seguridad nacional de Estados Unidos.
Capitalismo, y anticomunismo fueron elementos obligatorios de la clase política mexicana priista. En tal sentido, el personaje que cumpliera a pie juntillas con la encomienda que manifestara Estados Unidos, se asignaba como presidente en turno. Lo importante a destacar radica en dar parte que siempre fueron los Estados Unidos quienes concedieron el visto bueno para el candidato a suceder al presidente.
La sucesión política en México depende más de la funcionalidad del colonialismo que del mismo entendimiento o cohesión de la clase dominante. Para el caso mexicano, Estados Unidos no es el árbitro sino la cancha de juego (hay una compenetración que sobrepasa el colonialismo y que pocos entienden); la mayoría finge demencia.
La Familia Revolucionaria fue el objeto de estudio de varios investigadores, el sistema de operación y el mecanismo de estructuración fueron objeto de las mayores especulaciones, arqueologías y antropologías. No obstante, casi nadie fuera del ámbito de las izquierdas -hasta Soledad Loaeza- dimensiona el peso que tiene la variable Estados Unidos.
Dentro de los numerosos estudios sobre el fenómeno de la Nomenklatura que nunca existió en México, sea comprenderlo en el caso de Rusia. En ambos casos puede llegar a plantearse que el partido político hegemónico, como tal, no desapareció; pero, para el caso ruso, retomando algunas de las observaciones que hizo Karl Deutsh para entender el régimen comunista de la URSS, el papel de la élite militar principalmente derivada del estalinismo- manifiesta la sistematización de una élite para desarrollar y proteger un sistema político.
Vladimir Putin es hijo del comunismo natural y orgánico. Los elementos que estructuraron el Politburó y el Presidium en el partido y en el gobierno reflejan los canales por donde personajes como Vladimir Putin fueron educados y reclutados. Vladimir Putin no representa una autocracia personalista sino la supervivencia de una elite partidista que integró el poder político en la URSS. Desde la perspectiva de elitólogos como John Nagle, Vladimir Putin formaría parte de los grupos estructurados para mantener la estabilidad rusa.
Putin es un hijo legítimo del sistema comunista producto de la Segunda Guerra Mundial, pero también es un nacionalista conservador dispuesto a defender su país ejemplarmente.
Mientras para el caso mexicano la formación y desarrollo de la Familia Revolucionaria es apenas una ilusión, en un país como Rusia que lucha por su soberanía e independencia la organización de una élite del poder resulta más que indispensable. La Nomenklatura existe en Rusia, en México la Familia Revolucionaria sólo es un mito.
Como en las características del caso mexicano, el elemento militar se hace esencial; pero, para el caso ruso soviético, la permanencia y sistematización castrense garantizaba el desarrollo del modelo comunista. Los aparatos militares, policiacos y burocráticos del estalinismo fueron esenciales para el desarrollo de una clase política autónoma que comprendiera la necesidad de una estructura económico militar que garantizara continuidad en el régimen.
Estas condiciones fueron impensables en un sistema político como el mexicano, controlado a distancia. La Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría consolidaron el proceso de modernidad reaccionaria y autoritaria que sentó las bases del Estado como forma moderna de la trayectoria zarista de Rusia.
El nacionalismo y la institucionalización tienen mayor durabilidad en la enorme trayectoria histórica de Rusia. Los comunistas catalizaron un proceso que nunca encontraría la ruta liberal para ejecutarse; el comunismo resulta más apropiado para la cultura política y velocidad histórica de Rusia.
México presenta condiciones semejantes a las rusas, pero con menos dimensión histórica. Aunque España vino a construir el modelo feudal con alta institucionalidad que se había acabado en Europa, el colonialismo detiene cualquier vía de modernización y, principalmente, de conformación de una élite política autónoma e independiente.
Rusia puede constituirse como el modelo de referencia para conformar una élite poderosa; pero, también, para salvaguardar un proyecto nacionalista, soberano, independiente y autónomo por cuanto se corresponde con la administración pública de un país.
¿Existió una élite del poder político en México? Probablemente sí, pero con una dependencia hacia los Estados Unidos que es más que notable y que se asemeja a los grupos de poder dependientes cuyo sistema político se encuentra intervenido profundamente (por ejemplo Bielorrusia, Chile, España, Grecia y la mayor parte de Latinoamérica).
Es importante comprender el grado de intervención que presenta el sistema político mexicano y si resulta posible evitarlo; en caso contrario, formular respuestas al tipo de intervención que se genera. Al paso de la Guerra Fría, se generó una economía informal entre México y los Estados Unidos que sobredetermina no sólo el sistema político de nuestro país, sino ahora incluso el de Estados Unidos.
Mientras la URSS, y luego Rusia, han tenido un control rígido de las fronteras con todo y que estas sean entregadas por racionalidad, esto no puede decirse de la frontera méxicoamericana que, sin duda presenta el mayor nivel de apertura, porosidad e informalidad en el mundo.
La participación de Rusia en el desfile del 16 de septiembre fue un acto de cortesía y diplomacia, México tiene mucho que aprender del nacionalismo de aquella patria y dejar de ser la ínsula de Mickey Mouse en que el neoliberalismo nos convirtió. México jamás será igual que los Estados Unidos y el liberalismo cada vez provoca mayores conflictos en el desarrollo social de nuestro país. La fuerza de atracción de los Estados Unidos hacia México es absoluta, por ello los agentes norteamericanos activaron la comentocracia y clase política al servicio del imperialismo yanqui. Sin embargo, atacar a Rusia es justificar la geopolítica de los Estados Unidos que significa esclavitud para México y una gran parte de la humanidad.
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