* Hubo una tremenda lucha por el poder
* En política no hay asesinos solitarios
* Víctima de las perversidades del sistema
Colosio: crimen del poder
La carta de Carlos Salinas:
El móvil político
I
Si algún punto ha quedado oscuro en el escenario del crimen de Luis Donaldo Colosio, ha sido el de la contradicción entre la hipótesis oficial de asesino solitario con un ya reconocido contexto político marcado por la criminalidad y la lucha por el poder. Si alguna duda razonable puede tenerse sobre el expediente de la PGR, sin duda se localizó en la inexplicable argumentación de que un asesino solitario mató a un candidato que había roto con la continuidad salinista de 24 años en el poder. Y si algún dato debería obligar a una mayor indagación procesal contra Carlos Salinas, las autoridades deberían de darle mayor importancia a la carta del ex presidente del 3 de diciembre de 1995 para responder públicamente a los señalamientos de don Luis Colosio Fernández porque ahí se identifican los móviles políticos del crimen en Lomas Taurinas.
Después de 1994, Salinas ha tenido que dar respuestas políticas a un crimen que insiste en caracterizar de no del poder, no político y no de Estado. Pero ocurre que ante cada contraofensiva salinista, la aportación de elementos informativos y analíticos del ex presidente consolidan la hipótesis que señala que Colosio fue asesinado por motivos políticos. Si la PGR tuviera realmente voluntad política, entonces debería abrir la línea de investigación política que los cuatro fiscales especiales se negaron a considerar.
Las justificaciones oficiales en los cuatro voluminosos libros de la PGR pueden localizarse en el escenario de conflictos de proceso judicial: no identifican un móvil político, por tanto no hay elementos que aportar a una pesquisa en ese sentido. Sin embargo, el código penal vigente considera los escenarios y los climas. Y lo paradójico para la PGR ha sido el hecho de que la ausencia de móvil consolidado, la ruptura de la cadena de complicidades por la desaparición del diputado Manuel Muñoz Rocha y sólo basado en sospechas, Raúl Salinas de Gortari fue apresado, enjuiciado, encarcelado y sentenciado como responsable intelectual del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu.
Sin embargo, en el caso Colosio la PGR ha sido mucho más escrupulosa. Y a pesar de tener a la mano documentación con valor procesal que contiene suficiencia evidencia sobre el contexto político que pudiera consolidarse como móvil del crimen de Colosio, las conclusiones oficiales son más estrictas con Carlos Salinas que lo que lo fueron con Raúl Salinas. Sin embargo, los procedimientos judiciales le dan a la autoridad suficiente espacio para juicios largos pero finitos que contribuyan a castigar un delito.
II
El año de 1995 fue muy complicado para Salinas. Zedillo le cerró las puertas del poder y lo acusó del colapso devaluatorio, la PGR aprehendió a su hermano Raúl, el expresidente tuvo que pactar con Zedillo su exilio dorado fuera del país, don Luis Colosio Fernández acusó al ex presidente de responsable del asesinato de su hijo, Manuel Camacho enfrentó a Zedillo y se salió del PRI y Salinas se vio obligado a operar su propia defensa política.
El 3 de diciembre de 1995, Salinas envió a los medios de comunicación una carta abierta para fijar sus puntos de vista sobre el caso Colosio. Carta muy larga, engorrosa, autojustificatoria, autoexculpatoria. Fue la carta en la que Salinas se asumió como el “villano favorito”, como si fuera producto de la mente juguetona de Walt Disney. En esa carta, sin duda el documento más valioso en cualquier expediente criminal, Salinas le entra por primera vez al debate político: “todo ello (el debate político sobre el asesinato de Colosio) está inscrito en la política, tiene un propósito político y es parte de la circunstancia política de hoy”.
En toda investigación criminal hay elementos del escenario que tienen un valor adicional al puramente declarativo. Si durante diez años se ha insistido en que el crimen de Colosio fue político, por tanto la indagación debería de darle al contexto político de 1994 un valor procesal mayor. En un expediente judicial no puede entenderse que uno de los principales sospechosos haya concluido la ausencia de un móvil político pero se haya dedicado años de su vida a declararse víctima política de una conspiración de grupos oscuros del poder.
Si la versión inamovible de Salinas ha sido la del asesino solitario sin motivaciones políticas o de poder, a lo largo de diez años Salinas ha aportado afirmaciones muy sólidas de que en 1994 se desarrollo una “tremenda lucha por el poder”. Por lo tanto, la PGR estaba obligada a abrir la línea de investigación política. A su pesar y desde el arrinconamiento de su defensa, Salinas le ha concedido la razón a los argumentos de don Luis Colosio en el sentido de que la muerte de Luis Donaldo Colosio fue producto de una lucha criminal por el poder. Así, la PGR puede basar la reapertura de la investigación por los argumentos de uno de los principales sospechosos.
En su carta del 5 de diciembre de 1995, Salinas aporta cuando menos tres evidencias concretas que en cualquier sistema judicial serían suficientes para reabrir expedientes en reserva:
1.- Colosio, para Salinas, “representaba la mejor opción para mantener el proyecto político que durante varios años y a través de dos administraciones (De la Madrid y Salinas) se había venido gestando”. Por tanto, Salinas acepta que decidió la nominación de Colosio por la continuidad. Cuando Colosio rompió ese compromiso con el discurso del 6 de marzo de 1994, su candidatura había perdido valor para Salinas.
2.- “Nada de lo que ha sucedido este año (de 1995: aprehensión de Raúl, exilio de Carlos y acusaciones de don Luis Colosio) es ajeno a la tremenda lucha por el poder. Lo que se ha estado dirimiendo es qué proyecto de nación prevalecerá”. Segunda confesión de Salinas de que la esencia de los conflictos era la disputa de proyectos. Pero Colosio había roto con el proyecto de Salinas.
3.- Salinas acredita el ambiente criminal a Luis Echeverría y su grupo de seguridad nacional encabezado, sin decirlo, por Fernando Gutiérrez Barrios. Echeverría, delató Salinas, fue a Los Pinos a sugerirle un nombre de sucesor. Años después se supo que Echeverría había propuesto a Emilio Gamboa Patrón, un aliado del propio Salinas, como el candidato sustituto.
Lo que Salinas ha descuidado es la justificación de contextos. En un escenario de “tremenda lucha por el poder”, de activismo de grupos policiacos criminales y de la prioridad del continuismo salinista, ¿cómo entender que un asesino solitario cambió el rumbo de la nación? ¿Cómo negar que los climas políticos pudieran fijar las coordenadas de criminalidad política? ¿Cómo explicar que en un clima político tan descompuesto se hubiera dado el asesinato no político del candidato presidencial del PRI?
En una carta a don Luis Colosio de octubre del mismo año de 1995, Manuel Camacho afirmó: “nadie por sí mismo, en ningún país, en ninguna sociedad, crea climas políticos. Un clima político es la suma de hechos y de todas las opiniones”. Por tanto, el enrarecimiento del clima político en 1994 fue producto de la pérdida de control político del país por Carlos Salinas. En consecuencia, los climas políticos en efecto no consuman crímenes, pero sí ayudan a conformar los escenarios de la criminalidad. Lo que Salinas no ha podido aclarar es cómo ocurrió un crimen con características de magnicidio en un ambiente político descompuesto y proclive a los asesinatos por el poder.
III
La carta de Salinas del 5 de diciembre se completó con las afirmaciones de uno de sus principales aliados intelectuales, el historiador John Womack. La tesis de Womack es sencilla: Salinas fue un reformador y democratizador pero los grupos perversos del poder no lo dejaron. De nuevo, con datos alimentados por su amigo Salinas, Womack fijó criterios criminales en 1994 como parte de la lucha violenta por el poder. Más aún, en 1998, Womack reveló los nombres de la nomenklatura que había usado maniobras criminales contra Salinas: Ignacio Pichardo Pagaza, Gustavo Carvajal, Gutiérrez Barrios, Alfonso Martínez Domínguez, Fernando Ortiz Arana, Alfredo del Mazo, Augusto Gómez Villanueva, Javier García Paniagua y Francisco Labastida Ochoa.
La tesis de la nomenklatura, usada por Carlos Salinas en noviembre de 1998 en el artículo “El exiliado habla claro” que publicó en la revista Newsweek, se constituyó en otro elemento de valor procesal para fijar la hipótesis judicial del crimen político de Colosio. ¿Era posible seguir argumentando un asesino solitario sin motivaciones políticas con acusaciones tan serias de sospechas y sospechosos? En el fondo, la auto defensa argumentativa de hecho y de aportación de evidencias se ha convertido en la peor auto acusación del crimen político de Colosio.
En su carta del 5 de diciembre de 1995, Salinas inclusive reconoce que los “acontecimientos dolorosos” de 1994 hubieran tenido motivaciones políticas. Ciertamente que ajusta cuentas con Echeverría y su grupo. Pero el párrafo es inculpatorio y por tanto suficiente para que una fiscalía no parcial tuviera los elementos para abrir la vertiente política del asesinato en Lomas Taurinas. Salinas es claro en sus señalamientos:
“En ese momento (cuando Echeverría fue a Los Pinos a proponer a gamboa como sustituto de Colosio) no me parecía que las iniciativas de estos individuos tuvieran relación con los acontecimientos dolorosos que habían estado sucediendo en el país desde enero de 1994 (incluye Salinas, por las fechas, el alzamiento zapatista). Pero en septiembre de 1995, el licenciado Echeverría declaró públicamente en contra del liberalismo social (ideología oficial de Salinas) y de lo que él mismo denominó su posible transexenalización; parecería que para él y otros la candidatura de Luis Donaldo Colosio era precisamente la posibilidad de que se mantuviera el modelo del liberalismo social”.
Por tanto, Salinas acredita la sospecha de que Colosio sí pudo haber sido asesinado por motivos políticos. Y el señalamiento nebuloso de que Colosio pudo haber sido asesinado para interrumpir un proceso político se constituyó en una fuerte necesidad de abrir la línea del crimen político. Sin embargo, la PGR se negó siempre a asumir la hipótesis del crimen por el poder. Salinas, no obstante, ha sido claro: “la avalancha de acusaciones en mi contra tiene que ponerse en su adecuado contexto político”.
IV
La hipótesis del crimen político se basa en cuando menos tres elementos:
1.- Salinas buscó en la sucesión presidencial de 1994 una continuidad personal, de grupo y de proyecto económico.
2.- Colosio garantizaba la prolongación del salinismo, pero rompió con el grupo, con el proyecto y con Salinas.
3.- Por tanto, Salinas buscó la manera de cambiar candidato presidencial para imponer a otro que sí le garantizara el continuismo.
En declaraciones y cartas, Salinas se ha dedicado a ofrecer sus contraargumentos:
1.- La continuidad estaba garantizada per se y porque no había ninguna otra propuesta de modelo económico viable.
2.- Colosio había sido forjado por Salinas desde 1979 para continuar un sexenio más el modelo salinista de modernización.
3.- Como candidato, Colosio no modificó las expectativas de continuismo de Salinas por lo que su muerte buscó el fin de las reformas.
Las pesquisas judiciales son una forma privilegiada de la investigación policiaca. Los datos que revelan el abandono de Colosio de las tareas asignadas por Salinas, los enojos de Salinas con Colosio, las presiones para quitarle la candidatura presidencial del PRI y la carta de Zedillo a Colosio pidiéndole el 19 de marzo un pacto político con Salinas como el principal elemento incriminatorio de la ruptura de Salinas con Colosio o de Colosio con Salinas deberían –verbo condicionante– ser suficientes para que las autoridades judiciales abrieran el expediente del crimen político como parte de la lucha por el poder.
La PGR, sin embargo, se ha negado siquiera a considerar la hipótesis del crimen político. La indagatoria de esta vertiente en el expediente judicial se hizo intencionadamente exculpatoria. No obstante, los datos de la realidad y del debate ahí están. Y el principal aportador de pruebas sobre el clima político en el que ocurrió el asesinato de Colosio ha sido paradójicamente Carlos Salinas. Sólo falta que la PGR tenga la voluntad política para abrir esa línea de investigación.
“Soy víctima de las perversidades del sistema”
El desayuno había sido en casa de Raúl Cremoux, una semana antes del 23 de marzo. Éramos pocos: el anfitrión, Miguel Angel Granados Chapa, José Agustín Ortiz Pinchetti y yo. Del otro lado: Luis Donaldo Colosio.
Días previos a Lomas Taurinas.
La semana anterior.
Yo ya tenía contactos personales con Colosio, pero Raúl me invitó con amabilidad. Y fui.
Hablamos de la sucesión, de la campaña, de su campaña, de los acosos, de las dificultades.
Colosio estaba a gusto pero, como siempre, se notaba tenso. No quería hablar a fondo.
A un comentario de Granados, soltó la frase:
–Soy víctima de las perversidades del sistema.
Granados volvió al ataque:
–¿De quién, licenciado?
Colosio nos miró rápidamente a cada uno. Movió los hombros. Usó su dedo pulgar para señalar hacia arriba. Arriba de él estaba Salinas de Gortari.
Era obvio que en ese lugar no había micrófonos de espionaje. Ni nadie de nosotros llevaba grabadora escondida. Pero Colosio se sentía acosado.
Después del desayuno fui el primero en retirarme. Ya había quedado antes con Colosio que nos veríamos en unos días. Me despedí. Salí. Y tuve que esperar como cinco minutos a que un chofer me trajera mi camioneta.
En eso salió Colosio.
–Tengo mucho trabajo –me dijo.
Y me preguntó:
–¿Hacia dónde vas?
Estábamos en San Fernando, allá por Tlalpan. Bastante lejos del centro.
–A mi oficina, en Reforma.
Era una oficina que me habían prestado amablemente los abogados Andrade Palacios, siempre generosos.
–¿Y tú hacia dónde vas? –pregunté.
–Al PRI.
Íbamos por el mismo rumbo.
–¿Nos encaminamos? –me preguntó.
Le dije:
–Mejor te acompañó a tu oficina y de ahí me voy a la mía.
Llegó su camioneta Blazer, la negra, la misma donde fue subido cuando Lomas Taurinas.
Mi camioneta blanca la manejó el general Domiro García Reyes.
Bromeamos.
Me subí a su camioneta. Él manejó. Los dos solos. Atrás, Domiro en mi camioneta. Y luego un auto con su pequeña escolta.
Hablamos en el camino. Pero Colosio iba con el vidrio abajo saludando. Le decía que pusiera atención, que podría originar un accidente. Pero esos baños de pueblo le gustaban. La gente realmente lo saludaba con ánimo, con afecto.
Me habló de su campaña. Comentamos los problemas de comunicación. Le dije que los columnistas insistíamos en un relanzamiento de la campaña, con nuevos gentes en el PRI. Me adelantó que ya estaba en eso y que haría cambios después de semana santa.
–¿Qué crees que tengo que cuidar? –me preguntó.
–Tus alianzas. Sé que te repatea que te lo diga pero tu único aliado es Manuel Camacho. Está enojado, pero sabe de política. Y creo que se aliaría contigo.
–¿En prensa del PRI a quién ves?
–Creo que es un buen espacio para un camachista que sea de tu confianza. Manda mensajes. Hazle guiños.
Colosio rio.
–¿Y cómo ves lo demás?
–Mal. El problema es de seguridad.
Acababan de secuestrar al banquero Alfredo Harp, los zapatistas seguían en armas. Y había muchas amenazas.
Colosio estaba confiado.
–No es para tanto.
Le dije:
–Seguro que sí. Hay un ambiente de descomposición. Hay presiones. Se perdió en control con lo del EZLN. De acuerdo con mi experiencia, los secuestros mandan mensajes. Recuerdo algunas pláticas con Manuel Buendía sobre el tema.
Colosio frunció el ceño:
–¿Deveras estás preocupado?
–Sí. Si mi hipótesis no falla, vienen agresiones con mensaje: secuestro o asesinato de un militar, de un político y de un periodista.
Se puso más serio.
–Y recuerda que el año pasado asesinaron a un sacerdote (el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo). La política se puede tronar por la inseguridad.
Colosio estaba muy atento.
Le dije:
–Déjame dejarte una inquietud. Hay que cuidarse. Todos. Nosotros. Yo. En este país existimos unas doscientas personas con cierto nivel; si nos pasa algo a alguno de nosotros, la situación se va al caño. Ahí está lo de Harp.
Colosio estaba receptivo.
Le puse un ejemplo:
–El problema es el descuido. A ver, mira. Tú y yo venimos solos. El general Domiro nos perdió varias cuadras atrás. Y tú eres el candidato del partido oficial.
Pasábamos por abajo del puente de Constituyentes y Circuito Interior rumbo al PRI. E íbamos solos.
–¿Ya ves? A ese descuido me refiero. Por favor espera un minuto a que nos alcance Domiro. No puedes ser tan irresponsable.
Colosio soltó una risita.
–¿Tú te cuidas? –me preguntó.
–Claro. Acuérdate que vengo del tiempo de Buendía.
En eso nos alcanzó Domiro y ya nos fuimos en caravana.
Lo dejé a la entrada del estacionamiento subterráneo del PRI. Quedamos en vernos en Hermosillo, luego de su visita a Tijuana, a Lomas Taurinas. Me invitó, pero le dije que no podía. Íbamos a ir a Hermosillo varios columnistas, le dije que buscara unos cinco minutos para tomar un trago.
Hermosillo era, le dije también, su verdadero destape. Nada podía detenerlo después de ahí.
Quedamos en vernos en Hermosillo.
Ya no llegó.
Me fui a mi oficina con la preocupación. Hice algunas notas sobre el desayuno y la conversación. Me inquietaba la seguridad. Había aumentado mi seguridad personal y familiar. Inclusive, hubo semanas en que saqué a mi familia del país ante ciertos riesgos que veía en el ambiente.
Al tema le di salida profesional. El lunes siguiente, 21 de marzo, tres días antes de Lomas Taurinas, publiqué una columna sobre los riesgos de seguridad. Y terminaba diciendo que en el país había mil personas importantes cuya seguridad era prioridad para la estabilidad política y cuya agresión metería al país en problemas.
Días después asesinaron a Colosio.
El tema volvió a surgir meses después. El político regiomontano Ricardo Canavati me contó que fueron a envenenar a la señora Diana Laura Riojas con aquella columna del lunes 21 de marzo. Y le dijeron que yo sabía cosas. Canavati, que me conocía como pocos y que estaba enterado de la conversación con Colosio, usó toda su influencia para convencer a la viuda de Colosio que yo no sabía nada y que en todo caso reflejaba el ambiente del momento.
De todos modos, la columna había sido publicada. Y ahí están todos los elementos del ambiente previo a Lomas Taurinas. El problema de la seguridad. O, más bien: la inseguridad.
Me dijeron que iban a citarme de la fiscalía. Que querían que contara lo del desayuno y el contexto de mi columna. Pensé si tenía que contar. Consulté con un abogado y me dijo que no tenía importancia.
Pero el hecho fue que Colosio, una semana antes de su muerte, no entendía los riesgos de seguridad.
Y nadie pensaba que fuera a ocurrirle algo a él. Pensamos en todos menos en él. Y fallaron nuestras estimaciones periodísticas.
Lógica desestabilizadora
Seguridad en entredicho
(Publicado originalmente en El Financiero, lunes 21 de marzo de 198934)
Cuando estallaron los problemas en Chiapas, el gobierno ofreció una escolta especial a un grupo de hombres importantes. Alfredo Harp Helú, director general de Banamex, hombre clave en la Bolsa de Valores y operador de inversiones de importantísimos funcionarios públicos, la rechazó. Lo malo fue que nadie le insistió y el hombre de negocios fue secuestrado. Así, un asunto de seguridad pública se convirtió en un elemento de desestabilización interna y por tanto de seguridad nacional por el acoso norteamericano.
Mientras los aparatos de seguridad nacional andan espiando donde no debían, el país se mostró bastante vulnerable: un grupo guerrillero se organizó durante diez años y nadie lo descubrió hasta que se levantaron en armas y alguien estalló una bomba en Plaza Universidad y hasta ahora no saben qué pasó. La lógica de la desestabilización sociopolítica que se desprendió de Chiapas no fue prevista por el gobierno: después de los bombazos venían los secuestros, luego los ajusticiamientos y finalmente los golpes criminales contra figuras públicas que crean ingobernabilidad de fin de sexenio.
El conflicto en Chiapas tuvo una mala lectura en los altos círculos del gobierno: todo lo centraron en asuntos locales, sin pensar en la posibilidad de un desbordamiento de grupos aliados, afines o independientes. Si fue comercial, político o social, de todos modos, el secuestro de Harp mostró a un gobierno incapaz de prever conflictos que debilitan su capacidad de gestión.
Aunque sea después del niño ahogado, el gobierno salinista se enfrenta a la necesidad de tomar tres decisiones:
- La reorganización a fondo del Centro de Información y Seguridad Nacional. El CISEN debe regresar a Gobernación y no ser el brazo espía de Joseph-Marie Córdova Montoya.
- La creación de un Consejo de Seguridad Nacional que agrupe la información de las principales oficinas y agencias dedicadas a la recopilación e interpretación de información política para la toma de decisiones presidenciales.
- La urgencia de que el Congreso legisle sobre temas de seguridad nacional y cree una comisión de supervisión de las oficinas gubernamentales dedicadas a esos menesteres. En el caso de Harp que nadie se hace responsable de esa terrible falla de seguridad.
En esta transición sexenal, el país enfrenta una docena de riesgos de seguridad interna y externa:
- Urge el padrón de las agrupaciones radicales y extremistas nacionales y extranjeras que actúan con bastante margen de maniobra en la ciudad y el campo. Hay datos de la penetración aquí de Sendero Luminoso, la ETA, grupos fascistas latinoamericanos y sectas religiosas vinculadas a organizaciones de seguridad nacional de EU.
- El narcotráfico como un asunto prioritario, porque en Estados Unidos hay una línea de análisis que liga el narcotráfico con los acontecimientos de Chiapas y sus secuelas. La lucha contra el narcotráfico será el caballo de Troya de EU.
- Chiapas y los grupos de poder que hicieron crisis en el sureste siguen sin explicación. Hay el peligro de posibles vinculaciones con otros estados de la República.
- No existe la evaluación de los efectos en las estructuras tradicionales de poder de las modificaciones a los artículos 3, 27, 28, 123 y 130 de la Constitución. Hay un repliegue de poderes tradicionales y una consolidación de poderes fácticos.
- La inquietud en el Ejército por las críticas a su actuación en Chiapas es un asunto de doble prioridad: para entender la profundidad y alcance de la irritación, y para prever el debilitamiento de la moral de un cuerpo básico de la seguridad nacional.
- El papel de la apertura comercial en la seguridad nacional del país. La penetración comercial e industrial extranjera va a afectar la conformación cultural de la sociedad mexicana y ese es un tema de seguridad nacional.
- La penetración de organismos de inteligencia y seguridad nacional de EU en México: CIA, DEA, DIA y muchas otras. Han sido varias las visitas a México de funcionarios de la CIA y del área de seguridad nacional del Departamento de Estado para evaluar la crisis de Chiapas en función de los intereses de EU.
- La ruptura de pactos internos y la conformación de nuevas alianzas por el proyecto neoliberal salinista modificó la correlación de fuerzas sociales históricas y sus compromisos con el gobierno y con el Estado. El debilitamiento de la fuerza política e ideológica del Estado disminuirá la capacidad de gobernabilidad del sistema.
- El desbordamiento de grupos radicales exhibe una extrema debilidad del gobierno y de sus aparatos de seguridad. La guerrilla en Chiapas, los bombazos en el DF, los secuestros de personajes de la economía e incidentes como el del cierre de la carretera Toluca-DF con encapuchados con cartuchos explosivos muestran una capacidad menguada de gobernabilidad.
- La celebración de las elecciones presidenciales más delicadas y decisivas en un ambiente de evidente descontrol político y de seguridad podría abrir espacios a atentados que respondan a la lógica de la desestabilización nacional.
- El desbordamiento de conflictos locales y la contaminación de otras zonas refleja la incapacidad para apreciar la fragilidad del control político de la República y la falta de capacidad de respuesta del gobierno a la problemática. El autoritarismo y la negación de la realidad llevan a los conflictos violentos.
- La existencia de cuando menos mil personas cuya seguridad debe de ser un asunto de alta prioridad. Harp rechazó la escolta, pero nadie pensó en una vigilancia que evitara precisamente lo que ocurrió: el secuestro de un banquero y agente de Bolsa que posee información clasificada sobre inversiones de altos funcionarios. Lo de Harp debe ser una llamada de atención para la previsión de escenarios y el seguimiento de conflictos. Se trata, ni más ni menos, de hacer inteligencia política y no espionaje burdo.