La dimensión del ecocidio en la Rivera Maya es inaudita.
La devastación que van dejando cada día a su paso las obras de construcción del Tren Maya es brutal y cruel. A finales del 2020 cuando la maquinaria entró en operación se perturbó la milenaria vida silvestre. La repentina invasión comenzó a provocar una verdadera conmoción en centenares de especies cuya sobrevivencia ahora está amenazada.
La destrucción de la selva es un crimen que fácilmente podría catalogarse de “lesa humanidad”. Un crimen cometido por el Estado al imponer un proyecto destructor de la naturaleza en aras de construir una obra con propósitos meramente mercantiles.
A lo largo de cientos de kilómetros a pie de la carretera se contempla la devastación. Conforme uno se adentra a la ruta trazada se puede observar la catástrofe. En el tramo 5 de la obra se han talado más de 8 millones de árboles. Las imágenes son de un horror pocas veces visto en el mundo: cedros, palmas, ciricotes y maculix han sido arrancados de sus raíces, incluidos las ceibas, el árbol sagrado de los mayas.
El burdo trazo de la ruta exhibe el poco cuidado con el que se están llevando a cabo las obras. Sobresalen tramos mal terminados abandonados.
El panorama es desolador. Ni el ser humano más insensible puede mantenerse indiferente ante el ecocidio. Se está destruyendo el hogar de más de 558 especies de vida animal. Corren peligro jaguares, tigrillos, ocelotes, tapires, mono aullador, mono michi, mono araña, mico león, hocofaisán, manatíes, loros, guacamayos, reptiles, insectos. El hábitat de cientos de aves está en riesgo. Millones y millones de murciélagos que se encargan de dar vida a la selva se encuentran amenazados por la destrucción de cuevas y cenotes.
La deforestación de selvas húmedas y secas es palpable. No se han respetado las mínimas normas establecidas por la ley que preserva el Impacto en Áreas Naturales Protegidas. A ello se suman los conflictos sociales por la tenencia de la tierra dado que el trazo del tren se encuentra en un 53 por ciento sobre terrenos ejidales.
La destrucción causa asombro. No puede admitirse o tolerarse la crueldad con la que se está matando a la selva maya. Es inaudita la forma en que se está arrancando la vida a la flora y la fauna, cientos de especies están amenazadas ante el colapso, así como la crueldad cuando se mata a las crías de focas para arrancarles la piel.
La voz de alarma la han dado numerosos científicos y activistas de las más variadas organizaciones, a las que se han sumado las protestas de algunas celebridades del espectáculo y conspicuas personalidades de la academia y del ámbito intelectual. La respuesta de algunas instancias del gobierno ha sido burlas y descalificaciones.
De a poco se ha ido sumando las protestas de ambientalistas de organizaciones internacionales como la Fundación Cousteau (Ocean Futures Society), del explorador marino Jean–Michel Cousteau y Greenpeace.
A lo largo de los 1,500 kilómetros de la ruta inicial han sido constantes las protestas de las comunidades. En algunos lugares el trazo de la ruta ha cambiado hasta tres veces por lo inestable del terreno, miles de trabajadores de cinco empresas privadas y el ejército continúan con su paso destructor en los siete tramos que abarcan los estados del sureste: Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo.
En la ruta hacia Playa del Carmen, el terreno sobre el que se llevan a cabo las obras es uno de los más accidentados. A los cenotes se suman innumerables cavernas subterráneas con ríos conectados a la selva que dan vida a especies acuáticas únicas en el planeta y que corren peligro de extinción ante la ausencia de estudios de impacto ambiental.
Hasta ahora no hay siquiera claridad sobre el costo real de la obra del tren maya. Según información oficial la construcción costaría entre 5,500 y 6,800 millones de dólares con el propósito de “promover” el turismo en el sur del país.
Aunque el valor de las obras podría ser mayor, el verdadero costo ambiental es invaluable.
Frente a las protestas por la devastación el gobierno ha respondido con el silencio. Por “razones de Estado” se rechazan las solicitudes de información en los institutos de transparencia a nivel local y federal, mientras la maquinaria utilizada en las obras va dejando una estela de muerte de la naturaleza a su paso.
A lo largo de la ruta decenas de millones de árboles han sido asesinados. Un crimen de lesa humanidad que tendrá un impacto irreversible en la vida de millones de los habitantes del sureste, en la matanza colateral de las especies y el medio ambiente global.
RENDICIÓN DE CUENTAS
Frente a la devastación nadie asume la responsabilidad. La construcción del tren es un “asunto de Estado”. El presidente López Obrador y los gobernadores de los estados donde se desarrolla la magna obra eluden el tema. Carlos Joaquín González, de Quintana Roo –que es una de las entidades más afectadas– antepone sus intereses políticos personales a los reclamos. Ni siquiera en la agenda de las campañas de los candidatos a la gubernatura del estado contemplan este tema. Todos son ajenos a la rendición de cuentas.
¿Entonces a quién le rinden cuentas los gobernantes? No a la opinión pública, ni al Congreso de la Unión, ni a la sociedad civil. Los senadores de la república desecharon por falta el punto de acuerdo que proponía la senadora Xóchitl Gálvez para hacer comparecer a los titulares de Fonatur, Profepa y Semarnat para rendir cuentas sobre las obras del tren maya.
Con desdén se rechazan las solicitudes de información a la prensa. En los medios de comunicación de Quintana Roo el tema del ecocidio es inexistente. Al arranque de las campañas a partir del 1 de abril el tema electoral es la corrupción. Campañas promiscuas donde todos se lanzan acusaciones mutuas en videos que saturan las redes sociales desde mucho antes de que inicien formalmente las actividades proselitistas.
A partir de este domingo y durante dos meses los habitantes de seis estados (Oaxaca, Durango, Aguascalientes, Hidalgo, Quintana y Tamaulipas) van a desayunar, comer y cenar promesas de campaña. Es un ritual en el que los políticos son los protagonistas y donde los temas fundamentales pasan a segundo plano.
En Quintana Roo los candidatos recitan discursos de eficacia y honestidad. Es parte del ritual de cada seis años. El gobernador saliente Carlos Joaquín González prometió lo mismo, y antes que él lo hicieron un puñado de políticos que se enriquecieron con el presupuesto público.
Frente a la devastación de la selva que afecta desmesuradamente a la naturaleza del estado, el gobernador Joaquín González dejará un estado con deudas (la más alta del país en términos per cápita, con más de 23 mil millones de pesos), sin dinero en caja ni siquiera para pagar los salarios más elementales. En diciembre pasado solicitó al congreso local la autorización de un préstamo de emergencia por más de 800 millones de pesos presuntamente para “obras menores” e incluso los recursos autorizados para las campañas no se entregaron a tiempo. Dejará también un estado lleno de problemas políticos, con una crisis social y un severo desempleo, quien lo llegue a suceder va a iniciar un gobierno con apremios y con graves problemas económicos.
Carlos Joaquín traicionó al pueblo que le había dado su confianza. También traicionó a la alianza de los partidos PRD/PAN que lo llevaron al poder.
A cambio de entregar la gubernatura a Morena y su aliado Partido Verde, Carlos Joaquín espera que el presidente Obrador cumpla su promesa de nombrarlo secretario de Turismo en el gabinete presidencial.
Los menos optimistas ven “complicado” el futuro del todavía gobernador. Hay quienes lo ven seguir los pasos de Roberto Borge por tanta corrupción en su gobierno.
En las campañas de 2016 el PRI de Quintana Roo recibió el voto de castigo y Carlos Joaquín resultó beneficiado. Sobre su candidatura dependían fortunas y encubrimientos y terminó por convertir a su gobierno en el centro de las nuevas dádivas. Al multiplicarse los fracasos de su gestión quedó al descubierto su autoengaño y mereció el repudio de las urnas en las elecciones de 2018 con el “voto del cambio”, mediante el cual se consolidó Morena.
Durante su gestión abusó del poder a su antojo. Represión, saqueos y catástrofes marcaron su gobierno. Sin figuras nuevas entregó a los partidos de la alianza PRD/PAN al PRI que lanzaron la candidatura de Laura Fernández a sabiendas de que Mara Lezama, de Morena se encuentra muy por encima de las expectativas de los demás candidatos.
Si Carlos Joaquín González pretende hacer un balance de su gobierno terminará por hacer el ridículo ante los pavorosos índices de miseria, pobreza, insalubridad, hacinamiento, fracaso educativo, violencia, inseguridad, desempleo.
La catástrofe de la naturaleza por el tren maya en Quintana Roo terminará como un culto a la impunidad al anteponer sus intereses políticos personales a los de la sociedad.