Putin, un hombre sin rostro, sin emociones, que oculta su personalidad, pero le encanta someter. Una figura que construye su propia leyenda de golpeador, provocador, de hombre fuerte que gusta de eliminar a sus adversarios, un personaje frío, casi reptiliano, es este hombre sin cara que disfruta su papel de “bulleador”, de dominio. Una virilidad que, si no es respetada, habrá problemas.
Desde la infancia, Putin perfilaba para peleador callejero. Masha Geseen en su libro El hombre sin rostro, relata varias anécdotas: “si alguien lo insultaba, se lanzaba encima, le arrancaba el pelo a mechones, era capaz de cualquier cosa con tal de no permitir que nadie lo humillase”. De hecho, Putin se autodefine como “un gamberro. Era un verdadero matón”, ser bully era un verdadero status.
Putin mostró sus ambiciones por ingresar a la KGB. Un instructor de la Agencia hizo una lectura de Volodia (Vladimir) “se le daba conectar con la gente, cualidad valiosa si va para inteligencia… aunque tiene escasa consciencia del peligro”. Vladimir se autodefinió como “experto en relaciones públicas” aunque no se pudo expresar verbalmente al momento de pedirle matrimonio a su esposa: “soy alguien que no te conviene (pero casémonos) no sé qué día”.
El desplome de la Unión Soviética por las “decisiones de Gorbachev” fue una humillación. Putin se encontraba en Alemania, la gente protestaba afuera de las oficinas de la Stasi en Berlín, los rusos no sabían qué hacer, había que esperar instrucciones del Kremlin, “y Moscú está callada, me di cuenta de que la Unión soviética estaba enferma… de una enfermedad mortal llamada… parálisis de poder”, dijo Putin.
En 1999, Yeltsin lo nombra su sucesor. Ya en el poder, pregunta a Clinton si Rusia puede entrar a la OTAN, no hubo respuesta, pensó que no lo tomaron en serio, entonces dijo “es su culpa. Deberían habernos apoyado e integrado, pero trabajaron en contra de nosotros”, según el Financial Times.
Para 2003-04, Putin se encuentra muy resentido con Estados Unidos por la expansión de la OTAN y por el apoyo a las “revoluciones de colores” en los antiguos países soviéticos: el acercamiento de Georgia a Occidente, provocó que Putin dijera del presidente de Georgia, Mikheil Saakashvili que le encantaría tenerlo “colgado de sus partes privadas”. Ambos se odiaban.
Cuando Georgia y Ucrania solicitaron el ingreso a la OTAN en 2008, Putin le dijo a Bush que Ucrania “ni siquiera era un estado real”, desde entonces ese país es “un invento bolchevique”. Además de la rabia, era el miedo a perder el espacio postsoviético a causa de la OTAN, era el miedo a perder su poder, dice Alexander Gabuev del Centro Carnegie de Moscú.
Volodia está acostumbrado a tener suerte, y eso es muy peligroso para un jugador pues cree que el destino está de su lado, dice Gleb Pavlovsky, un ex asesor. La fijación que tiene con Ucrania lo hace más agresivo e impredecible, dice.
El círculo interno de Putin es otro caso. Se volvió más cerrado y eso termina siendo una trampa pues “tu círculo se ajusta a tu punto de vista…¡Sí podemos!!”. La reunión televisada del Consejo de Seguridad de Rusia, demostró que algo andaba mal. Putin esperaba un apoyo total de sus consejeros sobre el reconocimiento a los separatistas de Ucrania. Quería una muestra pública del apoyo de la élite. Pero Sergei Naryshkin (director de Inteligencia Extranjera) falló. Cuando Putin le preguntó, tartamudeó y luego se excedió al decir sí, Ucrania “es parte de Rusia”. Putin atizó con impaciencia le espetó que “debe hablar con claridad” y luego dijo con desdén que la anexión “no estaba en discusión”.
La diplomacia, es algo que no se le da, no es jugador de ajedrez, le encanta el judo. En un encuentro con Angela Merkel (en el pasado fue mordida por un perro), y frente a la prensa, llamó a un perro que traía uno de sus ayudantes, lo hizo pasar por el frente para intimidar. Angela Merkel permaneció en calma, pero registró el gesto de brutalidad de Vladimir Putin, el “matón” como le dijo Biden.