Por Armando Hernández / Campo Marte
Desde hace varias décadas el narco mexicano cobró un poder económico y de capacidad de operación que le ha permitido extender su área de influencia hacia el sur, para fortalecer una alianza con los cárteles colombianos desde hace más de tres décadas.
El libro Radiografía de la ominosa presencia de los cárteles mexicanos, editado por la Fundación Paz y Reconciliación de Colombia, analiza cómo opera esta alianza y cómo los cárteles mexicanos han adquirido estrategias adquiridas del terrorismo para combatir a las autoridades y a otros grupos antagónicos para mantener el control territorial y sus redes de trasiego hacia EEUU, su fuente de financiamiento.
Bajo este análisis, se reitera que la guerra por controlar los territorios de producción y trasiego de drogas en México, con rumbo a EEUU, se da principalmente a lo largo de la costa del Pacífico, donde operan los dos grupos criminales más importantes del país, el Cártel de Sinaloa y el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), grupos criminales que han implementado equipo novedoso para ser más eficientes al momento de atacar a sus rivales, incluido el Ejército.
Los autores de Radiografía de la ominosa presencia de los cárteles mexicanos establecen que, por un lado las manifestaciones violentas son importantes, pero son más un indicador en cuanto a relaciones de narcotráfico con sistemas de financiación, articulación y expansión, igual o tal vez superior a áreas de los mismos gobiernos.
La importancia del control territorial
Otro grave problema que generan los grupos criminales mexicanos en el siglo XXI, según en análisis de este texto, es su estructura organizacional y su red de alianzas, que les permite ampliar su margen de operación y su capacidad de combatir las estructuras de seguridad armada del país.
El libro editado por la Fundación Paz y Reconciliación de Colombia señala cómo los grupos criminales se han convertido en empresas especializadas en el blanqueo de dinero y en el transporte de drogas desde Colombia hasta EEUU, con poder económico suficiente para financiar organizaciones fuera de nuestras fronteras y una fuerte influencia en Centroamérica, que es parte de la ruta del trasiego.
“La presencia de cárteles mexicanos en Colombia coincide con los lugares de mayor intensidad de cultivos de coca o con corredores estratégicos para el narcotráfico”, señala el texto. “Una vez que se desactivaron las principales manifestaciones de violencia en el país, con el cambio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) a partido político, se generó un vacío de poder por el control criminal en las áreas más afectadas, financiado por el narco mexicano.
Si bien la relación entre las organizaciones criminales entre Colombia y México datan de los años 80, “en la
actualidad la relación se ha dinamizado debido al importante flujo de capital y de armas traído desde EEUU, lo cual ha impulsado el fortalecimiento de grupos armados”.
En Michoacán, el CJNG pelea por sus posiciones en tierra, pero también en costa, donde reciben importantes embarques de fentanilo, una droga sintética fabricada en China que está provocando graves problemas en la salud de la población que consume enervantes.
Esta sustancia representa jugosas ganancias, por lo que el CJNG pelea por el control de los puntos marítimos donde recibe los cargamentos, principalmente en los puertos de Manzanillo y Lázaro Cárdenas, en Colima y Michoacán, respectivamente.
Además, en esta zona, el narco (particularmente el grupo de Los Viagras) tiene coptados a los productores de aguacate y limón, así como de ganado generando grandes pérdidas y aumentos descontrolados en los precios de estos productos, como ocurrió con el cítrico a inicio del año, cuando el kilogramo rondó los 100 pesos.
Los productores deben pagar derecho de piso por sus huertas, así como una cuota fija por cada camión que envían a distribuir su producto.
Otro punto importante del área de influencia del narco mexicano es en el llamado “triángulo del norte en Centroamérica” a expansión de que abarca: Guatemala, Honduras y El Salvador.
De acuerdo con el análisis, el dinero del narco se ha infiltrado en las estructuras de seguridad pública de estos países y han subcontratado a las mismas organizaciones criminales de estos países para que garanticen el trasiego de cocaína producida en Sudamérica, incluida la peligrosa Mara Salvatrucha.
Los cargamentos cruzan Centroamérica por aire, saliendo desde Venezuela en pequeñas avionetas, que hacen escalas por el Atlántico, en San José de Costa Rica y Puerto Lempiras en Honduras. También lo hacen por mar desde Colombia hasta Quintana Roo, haciendo varias escalas Desde Panamá hasta Belice. Por el Pacífico, la ruta es similar, pero la cocaína es desembarcada en Chiapas.
Finalmente hay una ruta terrestre que comunica las diferentes capitales de las naciones centroamericanas: Panamá, San José, Managua, San Salvador, Tegucigalpa y Ciudad de Guatemala, para llegar a México por Chiapas.
Las consecuencias de la expansión de las redes criminales
Aun cuando las relaciones entre el narco mexicano y colombiano datan de décadas atrás, el estudio alerta que, como consecuencia de esta internacionalización “se ha dinamizado el vínculo entre ambas organizaciones y han generado un importante flujo de dinero y armas traído de EEUU. Esto ha fortalecido la capacidad de organizaciones como: el Clan del Golfo, Caparrapos, Los Pachenca, Ejército Popular de Liberación-EPL o Grupos Armados Postfarc”.
También concluye que el dinero del narco mexicano se ha focalizado en los lugares donde hay una mayor cantidad de
cultivos de coca o con corredores estratégicos para el trasiego. Además, en algunos territorios el Cartel de Sinaloa ha financiado a grupos en disputa, provocando violencia también en Colombia.
Mientras que en Centroamérica, la influencia del narco mexicano comenzó a inicios de este siglo, principalmente en Guatemala, Honduras y El Salvador, donde financia a grupos criminales locales para que protejan el trasiego de los cargamentos de coca.
La lucha por el control de estas rutas ha provocado enfrentamientos entre grupos criminales, así como la ejecución o desaparición de personajes a lo largo de toda la región.
“Se han identificado dos formas de relacionamiento entre carteles mexicanos y grupos armados colombianos tras el fin de la guerrilla colombiana: financiación y articulación. La financiación se da a través de la inyección de grandes capitales y armas, como ocurre con el grupo de Los Caparrapos o Caparros en la región conocida como el Nudo de Paramillo”, señala la publicación.
Por su parte, “la articulación se da a través de la búsqueda del trabajo conjunto para mantener la organización de la cadena de producción, comercialización y distribución de la cocaína”, señala la publicación. “Este es el caso de la relación entre el Cartel de Sinaloa y el Clan del Golfo en el Bajo Cauca antioqueño y en Magdalena.
Finalmente, el texto explica que esta red internacional de crimen organizado va más allá de la violencia por el control territorial o de la producción. “Por tanto, debe incluirse en el análisis otros tipos de vinculación como: financiación, articulación y expansión”, lo cual hace cada vez más complejo el combate de estos grupos, pues su operación trasciende el ámbito nacional y, cada vez hay un mayor riesgo de que los gobiernos nacionales no tengan capacidad de enfrentarlos.