Cada vez que surge un medio de comunicación se levantan expectativas desde distintos frentes basados en el deseo de ver un elemento de control y equilibrio con el poder político. Desde el poder se ve que tipo de voz quiere ocupar el espacio y si es agresiva, desde la sociedad se ve si este intento articulará una postura diferente a la conocida con otros medios, desde el medio se mide cuál será la reacción del poder. En México muchos de los cálculos giran alrededor del dinero.
La noción de que la prensa es el cuarto poder reside en la visión federalista de que los distintos poderes se equilibran, así frente a los 3 poderes federales: ejecutivo, legislativo, judicial, los medios representan el poder que equilibra a los otros tres, especialmente porque al informar, vigilar y opinar, debe ayudar a transparentar y limitar el ejercicio de poder. Cumplir con este papel reclama una actitud de amplia honestidad y compromiso social y político, pero al ser un poder, aunque sea no formalizado ni institucionalizado, por definición automáticamente compite con el poder formal, lo que conlleva un potencial conflicto de interés.
La lucha por el poder no se trata de un juego de suma cero, un nuevo actor en la arena no le quita una cuota de poder a los demás, así que su llegada altera la correlación de fuerzas. Se posiciona frente a los otros medios y se introducen nuevas exigencias sobre el gobierno especialmente de información y rendición de cuentas, pero también de otra índole porque usualmente detrás de los medios se encuentran actores con diferentes intereses, trátese de grupos empresariales, o excepcionalmente periodistas.
El nuevo medio se posiciona frente a la sociedad que idealmente, a final de cuentas debe determinar su destino, éxito o fracaso, porque los medios también deben estar sujetos a la fiscalización societaria y ser transparentes; es correcto y casi inevitable que tengan preferencias político-ideológicas, pero estás deben manifestarse abiertamente.
En México desde el siglo XIX se generó una dinámica que conectó estrechamente a los medios con el poder, ya sea que el poder los haya sometido económicamente o represivamente. En lo económico la dependencia de los medios del financiamiento público se convirtió en política de Estado llegando al extremo de que hoy en día la viabilidad de muchos medios depende casi esencialmente del gobierno, lo que sin duda influye o determina la línea editorial; o que los dueños establezcan compromisos económicos derivados de las gracias de los gobiernos, esta opción usualmente compromete la calidad del medio y el compromiso con la posición de equilibrio que debe cumplir.
La simbiosis o co-dependencia entre medios y poder reduce y hasta elimina la rendición de cuentas, en México los grandes medios se ataron económicamente al poder comprometiendo su confiabilidad, de esa manera la tarea de informar lo más objetivo posible sobre las acciones gubernamentales llega a recaer en medios marginales con vocación honesta y democrática, pero que ocupan una posición marginal frente a la atención pública ya que los espacios centrales los ocupan aquellos medios que crecieron y se consolidaron gracias a su relación con el poder.
En el caso mexicano existe una concentración geográfica de grandes medios que reciben apoyo estatal. Muchos medios establecidos en el resto del país generan nichos de información, pero se quedan cortos para crear grandes corrientes de opinión que limiten el poder del Estado, aunque pueden llegar a cumplir un papel relativamente importante localmente.
Una consecuencia de esta serie de limitaciones es la agresión a la libertad de expresión y la conformación de voces facciosas de apoyo al Estado.
Amartya Sen alertaba sobre la falta de libertad de prensa sosteniendo que hasta llegaban a propiciar hambrunas y otros problemas sociales, económicos y políticos. Cuando los medios pierden la capacidad de alertar a la sociedad y al Estado por desajustes o problemas, la acción y atención de los problemas desaparece y éstos evolucionan de forma inconveniente, si el problema es de corrupción y abuso de poder, el silencio convierte a los medios de comunicación en acólitos del poder, su función sistémica se neutraliza y se debilita la democracia.
La libertad de expresión y de prensa son un componente democrático fundamental, conforman el derecho de la sociedad a protestar, reclamar, apoyar y exigir cuentas.
La simbiosis medios de comunicación-Estado despoja y anula al cuarto poder de la posibilidad de poder cumplir con esas funciones fundamentales para la democracia.
En un sistema autoritario como el mexicano, un medio nuevo implica, idealmente, un respiro y la renovación de la esperanza para equilibrar la relación entre poder y sociedad, una vía más para la expresión societaria y el deseo de que ponga un clavo más en la construcción de la democracia.